miércoles, 22 de junio de 2016

El canto de cisne de las televisiones

     

         ¿Y si Donald Trump fuese un ente de ficción? ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¿Alguien ha visto su desordenada coleta negra fuera de las pantallas? Todo el mundo sabe de memoria sus frases insultantes, sus eslóganes espásticos; todo el mundo conoce sus desprecios: sabemos que odia al inmigrante mexicano, que encerraría en un campo vallado al musulmán, que amenaza con cal viva a sus contradictores, que tiene listas patrullas de la guardia civil y jueces estrella para detener a los corruptos, pero ¿alguien le ha escuchado un discurso completo y bien estructurado? Podemos adivinar quiénes son sus guionistas, los que le arreglan su rala perilla, quién son sus papagayos de atrezzo, podemos rastrear sus contradicciones hábilmente echadas a volar, hoy A, mañana B, cómo una consigna, una imagen de un enemigo restregándose las manos tras haber saludado a una niña negra se expande de forma viral por el sistema nervioso que han creado sus miles y miles de partidarios, pero ¿quién le ha estrechado la mano alguna vez, quién ha podido constatar que no es un pelele articulado y que sus manos sudan y sus húmedas axilas exudan un agrio olor acidulado en este confuso junio? He oído decir que una vez puso en aprieto a Ana Pastor cuando, con americana azul y melena rubia, bien alimentado y con unos quilitos de más, le repreguntó si acogería en su casa a los inmigrantes por los que la periodista decía estar preocupada.

         Le oigo en inglés, también en francés, en ruso (“Doscientos rusos pueden con mil ingleses”) y en español, tiene el don de lenguas, aunque lo que dice suena a una mala transcripción del traductor de Google. Eso sí, en todas las lenguas el tono y el ritmo de las palabras son una imitación mejorada del rapero Pablo Hasel –sus comparsas ensayan la misma entonación-, pero tanto eslogan repetido cansa, así que, como siempre está en pantalla, opto por quitar el sonido y, mientras pelo las patatas y corto en rodajas el calabacín, busco en youtube la música del rapero más vulgar. Entonces veo cómo Marine agita los brazos, echa el cuerpo hacia delante, ensombrece sus ojos furiosos, por lo que llego a la conclusión de que sí, que es un muñeco articulado que aparece con diferentes trajes y peinados y una misma jeta transformista entre el furor uterino y la sonrisa de pato. Hasta he visto los hilos de quienes hábilmente lo mueven. No sé qué ocurrirá si al fin alcanza la presidencia y ha de estrechar la mano de Jin Ping y apretar los recios brazos de Angela Merkel, esta sí un digno ejemplar de nuestra especie, antes de darle dos sonoros besos. ¿Cómo harán sus articuladores para que atienda a sus obligaciones de Estado? Mientras tanto los espectadores de la Sexta conectados a la pantalla por churretes regalimosos no pueden levantarse del pringoso sofá regado de latas de cocacola y bolsitas de chuches para comprobar a través de la ventana si sigue la primavera lluviosa o ha comenzado el tórrido verano. Los programadores conocen el efecto de ilusión de verdad: saben que la gente tiende a creer que una afirmación es cierta si ya la ha oído antes, aunque le muestren con pruebas que es falsa. Marine con su coleta rubia suma cero tiene un equipo entrenado y hábil que por la noche siembra de afirmaciones falsas las redes y por la mañana ella repite en su canal favorito como verdaderas.

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