"Los seguidores de Karlo-Marlo (sic) se habían propuesto
forjar el alma humana, el alma rusa. Ser ruso es ser pesimista, ser soviético
es ser optimista. La expresión Rusia soviética, por eso, es
contradictoria. Pero el poder no lo había comprendido. Pensaba que si
exterminabas una parte suficiente de la población e imponías al resto una dieta
de propaganda y terror, brotaría el optimismo. Lo mismo sucedía con
Shostakóvich, no podía ser optimista".
"La pureza proletaria era tan importante para los soviéticos
como la pureza aria para los nazis".
"El arte es el susurro de la historia que se oye por encima
del ruido del tiempo".
"El hecho más simple de la Unión Soviética: que aquí era
imposible decir la verdad y seguir viviendo".
Sobre el cuarto cuarteto de cuerdas de Shostakóvich:
"Corría una anécdota que se repitió tanto que se daba por
cierta. Se decía que los Borodin habían aprendido a tocar el cuarteto de dos
formas: auténticamente y estratégicamente. La primera era la que había
pretendido el compositor, mientras que la segunda, concebida para salvar la
burocracia musical, los intérpretes recalcaban los aspectos ‘optimistas’ de la
pieza y su conformidad con las reglas del arte socialista. Se consideraba que
era un perfecto ejemplo del uso de la ironía como defensa contra el Poder".
Sobre los famosos humanitarios occidentales que visitaban la URSS:
Malraux elogió el canal del Mar Blanco sin mencionar
a sus constructores forzados a trabajar hasta la muerte.
El cantante Robeson elogiaba la dictadura estalinista, como Romand Rolland.
Feuchtwanger comprendía los juicios amañados porque eran
una parte necesaria para el desarrollo de la democracia.
Bernard Shaw: ¿Hambre en Rusia? Qué tontería, me han
dado de comer tan bien como en cualquier parte del mundo. “No va a asustarme
usted con la palabra dictador”.
Shostakóvich consideraba a Picasso un bastardo y un
cobarde. ¡Qué fácil era ser comunista cuando no vivías bajo el comunismo! Aborrecía aquella la puñetera paloma de Picasso.
Sartre cobrando derechos de autor: Shostakóvich lo
vio recogiendo un grueso fajo de rublos, que solo en ocasiones excepcionales se
pagaban a escritores extranjeros.
Stravinski, su silencio despreciable para no
comprometer su status en EE UU.
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