martes, 10 de mayo de 2016

Trumbo




         El episodio de los 10 de Hollywood condenados por el Comité de Actividades Antiamericanas del Senado de los EE UU muestra el estado de histeria que se vivía a comienzos de la Guerra Fría, en los 50. ¿A cuántos afectó en todo el país? La mayoría de quienes fueron llamados a declarar aceptó colaborar denunciando a sus compañeros. Apenas se jugaban el trabajo, los contactos profesionales y las relaciones sociales. Nunca la vida. No puede decirse que en EE UU hubiese una dictadura como la había en la URSS del Gulag. Eso indica el bajo umbral de resistencia del hombre común. Y el poco sentido de que nos cebemos con los alemanes bajo el nazismo. Si aclamamos a los héroes es porque son pocos, únicos, y cargan con nuestro miedo. Al hombre común, que somos todos los demás, se le puede pedir que no se humille ni humille a sus semejantes ni acepte la esclavitud, aunque a menudo esa actitud linda con el heroísmo.

         Hollywood hace Trumbo porque se lo puede permitir: industria, dinero, actores (soberbio Bryan Cranston) y porque de ello obtiene beneficios, aunque allí, en aquel momento, no estaba el mayor sufrimiento del mundo. Cuánta miseria, muerte y destrucción se había vivido, se vivía en Europa, pero el cine, como el arte, no repara en el sufrimiento y muerte de millones, salvo raras excepciones, sino que lo que busca es convertir la peripecia de un solo hombre en emociones para millones. Rusia podría hacer más y mejores películas sobre Stalin y kolyma. Corea no parece querer escarbar en su guerra, por seguir con los 50, como tampoco nosotros en la nuestra (con buen cine), pero del mismo modo que el mundo ha avanzando cargando el futuro sobre los hombros de unos pocos héroes sepultados con el pasado, también lo ha hecho combatiendo en un campo donde no había muertos, el de las ideas, combate que apenas afecta al bienestar de unos pocos hombres. De eso va Trumbo. Otra cosa es que esté a la altura.


            Reconstruir el pasado es encomiable, nos permite conocer los escalones que nuestros antepasados tuvieron que ascender, chapoteando en la mugre y la sangre, para llegar adonde estamos nosotros. También puede ser una reparación por su sufrimiento. En todo caso, es el desigual combate de unos pocos el que ilumina el futuro.

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