Hay escritores que están ahí esperando, viendo el día en que
pueden entrar por alguna de tus rendijas. Todo el mundo conoce a Amélie
Nothomb, otra cosa es cuántos la han leído. Yo no. Pétronille es mi
primera de sus novelas y llega como muchos de los libros que leo, por
casualidad. La vi vertical en el expositor, el único libro que me miraba de
pie, a la altura de los ojos, todos los demás me mostraban el lomo, así que lo
cogí y casi me lo leo de un tirón. Si no lo hice, era porque también tenía en las manos el muchas veces más gordo Por las fronteras de Europa, de
Mercedes Montmany, sobre la literatura centroeuropea. Lo denso contra lo
intenso, lo contundente contra la fragilidad. Una mujer, con abrigo negro,
pamela calada ligeramente doblada hacia abajo, también negra, seria, mirada
intensa y con los labios rojos, me interpelaba, como si me dijese, A qué
estás esperando. Podía ser la propia Amélie, quizá Pétronille, quizá ambas
o acaso ninguna de las dos, tan solo un reclamo del ilustrador.
La lectura me confirma lo que intuía, que Amélie Nothomb
representa el chispeante espíritu francés, ese chispeante estilo que se opone al pesado estilo
francés. Porque el alma francesa, como la española, como la italiana, como la
polaca (aquí iba a escribir como la alemana, pero me contengo), está
partida entre los escritores que hacen de la vida una pesada carga y
aquellos otros que como Amélie, si han tenido un traspiés, enseguida se
levantan para decir: La vida volvió a ser ligera. Tampoco puedo generalizar
sobre la autora belga nacida en Japón, de padre diplomático y con la suerte de
tener la vida material resuelta, porque es el único libro que de ella he leído.
Pero el estilo está ahí y el resto de sus numerosos y breves libros no puede
ser muy diferente.
La historia es sencilla. La protagonista, Amélie Nothomb
encuentra en una joven admiradora la compañera ideal para compartir su afición, el champán. Pétronille pronto se descubre como escritora y durante años,
entre 1997 y 2015, mientras Amélie Nothomb publica sus libros Pétronille Fanto hace
otro tanto con los suyos, quedando entre uno y otro para emborracharse juntas
con el mejor champán, cosa que Amélie puede permitirse. Charlan, bromean, pasan juntas unos días en Londres, (divertidísimo el encuentro para una entrevista con
la estilista ex punk Vivienne Westwood, vejestorio con las trazas de la última
Isabel I), hasta que Pétronille anuncia que va a hacer un viaje a través del
Sahara. A partir de ahí las cosas se tornan muy oscuras, negras. Pétronille, criada en la periferia de Paris, de familia comunista, su contacto más próximo a la
literatura había sidol’Humanité, necesita ganarse ganarse la
vida para sobrevivir, los libros que publica no le bastan, así que comienza una
carrera de autodestrucción, de la que se alimenta su literatura.
Puede suponerse que el personaje de Pétronile es el alma
oscura de Amélie Nothomb, más o menos real, más o menos soñado, con el que la
propia escritora alimenta su obra. Forma parte del juego de la literatura y no
parece que Amélie Nothomb esté arriesgando mucho, tanto como para llegar al
límite que ella parece sugerir. En todo caso el estilo accesible de su
escritura, burbujeante y burlón, frívolo, como si resbalase por encima de las
cosas sin dejarse atrapar por su gravedad, aparentemente fácil, esconde un
trabajo concienzudo en cada frase, en cada palabra, con conciencia de estar
haciendo literatura. “Por la ventana, vi como se levantaba lo que debía de
equivaler al sol a este lado del canal de la Mancha: una mengua de la oscuridad”,
escribe desde Londres. Tan agradable de leer como tomar una copa de buen champán
en inmejorable compañía.
Vale la pena copiar alguna de sus citas:
Victor Hugo: Londres es el
tedio hecho ciudad.
Pessoa: Escribir disminuye
la fiebre de sentir.
Un personaje (una editora): No
se esfuerza tanto por esa Fanto. Ya sabe que en el mundo de las letras los
proletarios no tienen ninguna oportunidad.
Rimbaud (lo que escribió
antes de desaparecer): Volveré, con miembros de hierro, con la piel oscura,
los ojos enfurecidos: por mi máscara, me creerán de una raza fuerte. Tendré
oro: seré ocioso y brutal.
Napoleón (que ponía a
enfriar una botella de champán para después de la batalla): En caso de
victoria, me la habré merecido, pero en caso de derrota, la necesitaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario