Escucho los preludios y fugas de Shostakovich en la
interpretación de Marisa Blanes. Oigo a Bach y oigo a Shostakovich en las mismas
piezas, Shostakovich trayendo a Bach al siglo XX, Shostakovich siendo él mismo, un alemán y un ruso, nadie
me puede decir que pertenecen a mundos culturales diferentes, los dos son
Europa, los dos están en la misma tradición. Incluso cuando escucho a Masaaki
Suzuki interpretar a Bach o a Mitsuko Uchida interpretar a Mozart, aunque me
cuesta más y me parece que hay algo diferente, variaciones que no logro
separar, como una superposición o un ensamblaje entre dos mundos, o acaso es
mera imaginación mía, al fin la música es la misma, porque lo que importa en
que el silencio se hace en mi, la abstracción que exige la música, el
momento de suspensión que cierra cualquier conexión para hacer que mi cerebro
se convierta en instrumento, entonces comienza una experiencia que sólo la
música me permite, resonancias e imágenes que no tienen que ver con ninguna
otra cosa y que tratar de describir las envilece o las rebaja a lo que no
son, una experiencia que estimulan en mí Bach y Mozart y Shostakovich y los
interpretes que son capaces de hacérmelos escuchar como si fuese novedad cada
vez que escucho esa música, aunque ya la haya escuchado antes, ya sean europeos
o americanos, chinos o japoneses, porque el sonido que rebota en las paredes de
mi cerebro no viene de un país y una cultura sino de la humanidad que hay en
ellos y de la humanidad que hacen vivir en mí.
sábado, 21 de mayo de 2016
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