domingo, 8 de mayo de 2016

Los titanes venideros


         Aunque las respuestas que ofrece Ernst Jünger a los dos periodistas italianos que hasta en tres ocasiones fueron a visitarle en su aislamiento de Wilflingen, para celebrar se centésimo aniversario, son como no podía ser de otro modo una mirada hacia el pasado, hay un momento de profética lucidez (aunque quizá sea una rememoración de su juventud en los convulsos años 30) cuando, recordando una cita de Hölderlin en Pan y vino, avisa de lo que está por venir, en el siglo que en 1995, momento de las entrevistas, estaba a la vuelta de la esquina, la edad de los titanes: “En esta edad venidera el poeta deberá aletargarse. Los actos serán más importantes que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y la cultura”.

         En efecto, esos titanes que vienen a desordenar el mundo, montados en poderosas máquinas, están aquí y hay mucha gente movida por una doble pulsión, resentimiento y deseo de venganza, unidas ambas por un ansia nihilista de destrucción, que está dispuesta con gusto a contemplar el espectáculo. ¿Qué sería del mundo si Donald Trump se llevase la presidencia? Aunque siempre cabe la esperanza que el sistema americano sepa hallar el medio de truncar su empeño, bien impidiéndolo ex ante o inhabilitándolo después. Parece más débil la esperanza en cuanto a que la vieja pulsión de Europa por la autodestrucción vuelva a reproducirse en torno a esa panda de jefecillos nihilistas que están surgiendo por doquier, en los Pegida alemanes y en los Ukip británicos, los Lepenes franceses y los Orban húngaros. Aquí mismo a una parte no desdeñable de la población le han atraído personajes pintorescos (Jesús Gil, Mario Conde, Ruiz Mateos) y ahora ha puesto los ojos en otro con buenas credenciales para sucederles pero con un potencial destructivo mayor.

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