sábado, 14 de mayo de 2016

Las sentinas

   

         Siempre han existido. Es resultado de nuestra deficiente construcción. Un producto natural, por tanto, que la neurociencia, a medida que vaya ofreciendo sus hallazgos podrá relativizar culpas, si las hay, y ajustar la maquinaria genética para que cada vez sea menos defectuosa. Su atracción por lo subterráneo y lo maléfico, por lo oscuro y la destrucción la hemos conocido desde siempre. Les gustaba el dorso de las puertas de las letrinas o las hojas volanderas. Han actuado a media luz o en la noche, escondiendo la mano, enviando anónimos. Cuando hacían grupo con sus iguales hacían la vida imposible a quienes consideraban más débiles que ellos. Ahora están crecidos. Siguen moviéndose en el anonimato, depositan sus heces en los foros de la red, donde no les importa chapotear durante horas si no todo el día. El foro es su letrina. No todos los que participan son resentidos, ni odiadores, algunos han profesionalizado su forma de estar en el mundo, reciben sueldos por ello de partidos u organizaciones diversas, pero consiguen reventarlos o ahuyentar a quien confiadamente se presta a un debate que pocas veces es racional. Es difícil saber qué porcentaje de la población participa de ese espíritu y cuántas de las alimañas que lo pueblan se replican bajo diferentes perfiles, pero parece que es una parte importante, una parte que ahora está en disposición de tocar poder y de mutar el resentimiento y el odio en un proyecto proactivo. A ver.

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