domingo, 15 de mayo de 2016

Contemplar, percibir, expresar


“La economía del mundo permite a algunos alcanzar la flor exquisita de la individualidad –el mayor bien al que puede aspirar el hombre-, pero nuca sin gran resistencia, nunca completamente y nunca para siempre, pues sufre en todo momento la corrosión entrópica y deletérea que es íntima al existir y que anticipa el nihilismo final de la muerte”.
         (Necesario pero imposible, Javier Gomá Lanzón)

         Hay hombres que emprenden una denodada lucha por mirar dentro de sí, y luego hacia el mundo exterior, apartando el ruido y las forman de las que el aprendizaje les ha dotado para mirar y percibir. Algunos de ellos quieren luego hacer partícipes a los demás de su experiencia. Unos pocos que creen haber hallado el confín del ser, el lugar incontaminado, se empeñan en expresarlo con un lenguaje que les parece nuevo, con palabras despojadas de la ganga con la que el uso las ha hecho engordar.

         Es difícil saber hoy donde brota la poesía. Si uno acude a aquello que se denomina como tal solo recibe decepción. Poesía es nombrar las cosas de nuevo, mostrar lo que hemos perdido, lo que está ahí y no vemos, lo que nos falta, lo que no echamos de menos, también la alegría del encuentro, el hallazgo de la gratuidad, el gozo de vivir.

         Todo eso está presente cada día en el universo de las palabras, de las imágenes y los gestos del que nos atiborramos sin pausa, ordenado en narraciones que se nos ofrecen como un todo digerible. Narración y relato dominan cualquier lenguaje, nada queda al albur del asombro, las fuentes de la perplejidad están cegadas. Por eso es más necesaria que nunca la poesía, pero ¿dónde está?

Corazón gigante          No es que Fúsi, ese gigantón enamorado que viene del frío islandés, la película que me incita a este texto,  haya alcanzado la poesía, ese acto que se niega a sí mismo, casi imposible, pero está el empeño, como lo está en algunas películas orientales, en algunos artistas del cuerpo y del espacio, en algunos versos de Eso de la danesa Inger Christensen, en gente desconocida que la fama aún no ha destruido.

         Del acto poético hay que dar cuenta que existe, pero describirlo es matarlo, contarlo en otro lenguaje al original es bordearlo sin llegar a su centro, se puede decir cuáles son sus materiales, de qué está hecho, cómo y dónde se produce, pero es imposible reproducirlo. El acto poético está al alcance de pocos, a menudo hemos de conformamos con el eco de quienes lo han alcanzado. Cualquier intento de reproducir el acto poético vivido lo mata. Nunca se alcanza del todo la pureza, la mirada que se encuentra a sí misma en el viaje hacia el interior o que desnuda del todo las cosas que nos sorprenden cuando contemplamos el mundo. La poesía es una aproximación que nunca se acaba de completar.

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