“La economía del mundo permite a algunos
alcanzar la flor exquisita de la individualidad –el mayor bien al que puede
aspirar el hombre-, pero nuca sin gran resistencia, nunca completamente y nunca
para siempre, pues sufre en todo momento la corrosión entrópica y deletérea que
es íntima al existir y que anticipa el nihilismo final de la muerte”.
(Necesario pero imposible,
Javier Gomá Lanzón)
Hay hombres que emprenden una denodada lucha por mirar
dentro de sí, y luego hacia el mundo exterior, apartando el ruido y las forman
de las que el aprendizaje les ha dotado para mirar y percibir. Algunos de ellos
quieren luego hacer partícipes a los demás de su experiencia. Unos pocos que
creen haber hallado el confín del ser, el lugar incontaminado, se empeñan en
expresarlo con un lenguaje que les parece nuevo, con palabras despojadas de la
ganga con la que el uso las ha hecho engordar.
Es difícil saber hoy donde brota la poesía. Si uno acude a
aquello que se denomina como tal solo recibe decepción. Poesía es nombrar las
cosas de nuevo, mostrar lo que hemos perdido, lo que está ahí y no vemos, lo
que nos falta, lo que no echamos de menos, también la alegría del encuentro, el
hallazgo de la gratuidad, el gozo de vivir.
Todo eso está presente cada día en el universo de las
palabras, de las imágenes y los gestos del que nos atiborramos sin pausa, ordenado
en narraciones que se nos ofrecen como un todo digerible. Narración y relato
dominan cualquier lenguaje, nada queda al albur del asombro, las fuentes de la
perplejidad están cegadas. Por eso es más necesaria que nunca la poesía, pero
¿dónde está?
No es que Fúsi, ese gigantón enamorado que viene del
frío islandés, la película que me incita a este texto, haya alcanzado la poesía, ese acto que se
niega a sí mismo, casi imposible, pero está el empeño, como lo está en algunas
películas orientales, en algunos artistas del cuerpo y del espacio, en algunos
versos de Eso de la danesa Inger Christensen, en gente desconocida que
la fama aún no ha destruido.
Del acto poético hay que dar cuenta que existe, pero
describirlo es matarlo, contarlo en otro lenguaje al original es bordearlo sin
llegar a su centro, se puede decir cuáles son sus materiales, de qué está
hecho, cómo y dónde se produce, pero es imposible reproducirlo. El acto poético
está al alcance de pocos, a menudo hemos de conformamos con el eco de quienes
lo han alcanzado. Cualquier intento de reproducir el acto poético vivido lo
mata. Nunca se alcanza del todo la pureza, la mirada que se encuentra a sí
misma en el viaje hacia el interior o que desnuda del todo las cosas que nos
sorprenden cuando contemplamos el mundo. La poesía es una aproximación que
nunca se acaba de completar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario