viernes, 27 de mayo de 2016

La nada persevera




         Por instinto me llevo la mano a la cara para taparme los ojos y la boca avergonzado cuando veo a los enviados especiales de las televisiones preguntar algo a la gente que se ha desplazado para seguir en directo el evento o se han quedado en casa y el hombre del micrófono entra en el salón como un perro que mueve el micro como el perro mueve cola y pregunta sin asomo de la vergüenza que a mí me produce algo sobre pasión y rivalidad y la familia balbucea entrecortada en el infame montaje que son fans de distinto equipo, avergonzado porque en todos los minutos que dura la cosa que dan en el informativo todos se empeñan en decir nada, nada sincero captan las cámaras y ninguna cosa con sentido dicen los muchos enviados especiales algunos con renombre y alguna dignidad que se les supone y que pierden al instante por prestarse a ser tan insignificantes. Si alguna cosa tiene el fútbol de verdadero sólo es la emoción del instante en que el juego está en juego mientras dura el choque de cuerpos y se hace correr el balón y hay tensión y sudor y dibujo sobre el césped pero en cuanto los jugadores salen del campo y hablan los comentaristas y los seguidores o los propios jugadores despojados de la única cualidad por la que se les sigue en el juego que es jugar bien al fútbol adviene la nada la insignificancia un palabrerío que pudre las palabras en el instante en que se pronuncian. Es insoportable ese trámite sin fin que durará mañana en la noche y al día siguiente y toda la semana en que la nada vaciada de sí misma prosigue sin cesar en su nada.

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