“¿Cuál
es la relación entre el sufrimiento físico y mental y ciertos esfuerzos
intelectuales? No cabe duda de que todavía no la comprendemos del todo. No
debemos olvidar que Beethoven era sordo, Nietzsche tenía migrañas terribles y
Sócrates era feísimo. Es muy interesante tratar de descubrir en los demás lo
que han podido superar. Cuando estoy cara a cara con alguien siempre me pregunto:
¿qué vivencias ha tenido esta persona? ¿Cuál ha
sido
su victoria, o su gran derrota?” (George
Steiner: Un largo Sábado)
Como George Steiner yo también me lo pregunto. Muchos tienen
la suerte de tener un cuerpo magnífico y una salud estupenda. Sólo hace falta
mirar alrededor para ver que la mitad del mundo, al menos, no vive así. Estos
días he conocido a un hombre taciturno, un alma en pena. Arrastra los pies con
lentitud como si no supiese adónde ir o sí lo supiese y estuviese demorando el
viaje todo lo posible. Su cabello es blanco, como su rostro, tonsurado, de una
tristeza insuperable, no se cambia de ropa o quizá es tan antigua que siempre
parece la misma aunque no lo sea, desprende un olor especial, como el de los
que se medican mucho. Siempre lleva algo entre las manos, una bolsa, una
cajita, un no se qué, como si necesitase algo en lo que entretener su
desventura. Hoy, por fin, me ha hablado. Me ha dicho que ha estado en el
hospital, que tenía una hernia y que se le ha roto. El médico le ha ordenado
reposo absoluto. No he ido más allá de lo poco que él me ha contado, pero seguro que también vivió tiempos buenos.
Mientras tanto el Palacio de la Almudaina sigue ahí, hermoso,
entre la catedral y el mar, después de tantos siglos, atendiendo a diferentes
dinastías romanas, árabes, aragonesas, mallorquinas, austrias y borbónicas. Y a
los turistas, pero en número aceptable, respetuosos. Pasear sin prisas por
museos y palacios es uno de los placeres todavía no desencantados.
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