viernes, 22 de abril de 2016

Malenconia


         1. Manchas de pálido turquesa con otras de un gris ennegrecido se alternan en un mar levemente rizado. Un par de velas blancas fija la inmovilidad de la bahía, cerca del pequeño puerto del Arenal.
         Cuando recibes un golpe inesperado al principio no sucede nada. De pie, ligeramente inclinado sobre el móvil miras la hechura del arma, su escueto perfil, su contundencia. Todo en apariencia sigue igual. La gente pasea por el día gris y húmedo, habla con lentitud mil lenguas. El efecto dañino viaja por debajo de la conciencia, desmoronando la frágil seguridad que te permite seguir manteniendo unidos los componentes de tu ser.
         Sobre el pretil del paseo, recortándose sobre el fondo azul pálido del mar y del cielo indistintos, un dálmata moteado te pide una instantánea. Tus dedos no obedecen. La conciencia pregunta por preguntar porque todas las respuestas carecen de sentido. El impacto sigue destruyendo el muro invisible que hace de ti un inestable yo al que tanto cuesta fraguar.

         Unos kilómetros más allá, en una cala solitaria, el sonido del suave oleaje golpea contra la seca posidonia acumulada. Un catamarán blanco ancla su certeza, como el mar que, hecho de innumerables moléculas, ocupa el setenta por ciento del planeta. El mar, nombre rotundo que no necesita yo que atestigüe su clamorosa presencia, tampoco necesita aislarse, ni buscar en su sonido irregular la compañía que le falta, ni un dolor mineral que calme su herida.

La melancolía es un humor tenaz y viscoso que produce en los españoles el miramiento en los negocios, la lentitud en el obrar, la gravedad en el proceder, la firmeza en sus empresas, la tenacidad en los usos antiguos, la aversión a la novedad.

           (Giovanni Botero, Ralazioni di Spagna, 1607)

         2. Hay dos relajados espacios en Palma, hermosos, originales: el Caixaforum, que ocupa el que fuera Grand Hotel, edificio modernista construido por Domènech i Muntaner, donde hay una interesante expo sobre la melancolía en la España del siglo de oro, con obras del Prado y otros museos españoles, y Es baluard, donde aprovechando el recinto de la muralla renacentista se ha montado un museo de arte contemporáneo donde como suele ser habitual en estos casos lo más interesante es el edificio.

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