1. El silencio de la cartuja, la soledad de Valdemossa. El amor
de George Sand a Frederick Chopin. El amor de George Sand a la isla, el
desprecio por sus habitantes, que cobraban demasiado caros los alimentos: les
paysans sont aussi malaimables que malhonnêtes (Un hiver à Majorque), campesinos
cuyas escasas tierras debían arrebatar a la montaña en forma de pequeños bancales.
El invierno de 1838/39 se ha prolongado hasta hoy: cafeterías, souvenirs, la
habitación de la cartuja, el breve concierto de 15 minutos. ¿Qué va a buscar la
multitud en Valldemossa, qué le atrae? En realidad nada, el aburrimiento que se
mueve, miles de turistas desplazándose hacia la nada. Y sin embargo, antes de llegar está el paisaje, los campos roturados, los olivos, los almendros, las casas campesinas en las que Miró se inspiró para sus primeros cuadros, una hermosura de la que la multitud se ausenta.
¿Y George Sand? ¿Y Chopin? ¿Es posible que Chopin, tan
gravemente enfermo, proclamase: “El más hermoso lugar del mundo”? El silencio
de la cartuja, la soledad de Valdemossa. Quizá, como ahora, la felicidad se
midiera por la distancia entre el relativo bienestar propio y la desgracia
ajena. Como ahora, unos miraban rencorosos hacia arriba, otros compasivos hacia
abajo, segregando bilis o jugos placenteros, pocos mirándose a sí mismos. Ni
siquiera entonces existía un templo solitario e invisible a la altura de sublimes
sentimientos.
Y el libro, ¿quién lo leyó?, ¿quién lo lee? Yo lo intenté un
verano, también La charca del diablo, que alguien me aconsejó, no pude
con ninguno de los dos, tan aburridos como pasear esta mañana por Valldemossa. Entonces
me sobraron casi todas sus páginas, hoy de las dos horas una me ha sobrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario