domingo, 3 de abril de 2016

Naturaleza muerta



             Dos magníficas exposiciones, sobre todo para ver en día de lluvia, cuando la lluvia apaga y humedece la luz. Ignacio del Río y Salgado Sagredo. El primero, fallecido hace unos meses, un mito de esta ciudad. El mito dice que su vitalidad se imponía a su pintura, impresión que se confirma al pasear por esta amplia muestra póstuma en la que sus herederos han querido abarcar los diversos periodos de su actividad. Su momento pictórico corrió en los cincuenta cuando viajó por las ciudades señeras del arte, pero ya entonces se ve que no supo, quiso o pudo centrarse en un motivo, arañar una cualidad, establecer una marca. Un hombre disperso cuya conciencia probablemente lo traicionó. Los artistas, en general, no saben hablar y cuando se ponen a ello disparatan o revelan sus debilidades. Si hay quien recoge sus palabras y las pone a la altura de sus obras, les hace un flaco favor. Como digo, bastantes mujeres solas deambulan por entre los cuadros, se paran, toman notas o se sientan meditativas en alguno de los butacones del Forum, presas de una melancolía que se desprende de alguna de las pinturas. Fenómeno que ya aprecié el día del entierro del pintor.



              De Alonso Sagredo no sabía yo nada y por tanto nada esperaba, y aunque en sus cuadros hay ecos y referencias, reconocimientos de artistas del pasado (el siglo XX ya es pasado, quién lo iba a decir) hay una cualidad que me descoloca, sus obras parecen pintadas y no lo son. He tenido que preguntárselo al artista, que estaba a pie de obra, para desengañarme. Son fotografías superpuestas, que producen un efecto inesperado, como de trampantojo, donde la fotografía es capaz de materializar los objetos, los objetos fotografiados. Uno tiene la impresión de que no está viendo fotografías, sino un Tapies o un Lucio Muñoz. Y otra cosa, el ojo del artista para transformar un territorio, Castilla y León, en campo del arte, eso sí, en un cementerio artístico, en el sentido literal de naturaleza muerta. En cualquier lugar hay una pared cuarteada o una ventana cegada y delante un objeto sin uso o unas flores secas. Estas fotografías convertidas en cuadros colgados en el Arco de Santa María dan cuenta de un espacio sin gente, de un país cuya historia lo ha derrotado. Si uno busca vida en ese paisaje muerto ha de ir levantando capas polvorientas, resecas, quebradizas. Por eso, el día adecuado para subir al torreón en un día donde la humedad haga crujir los huesos.

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