Niños, jóvenes, viejos, parejas, parejas de todo tipo y
condición, alemanes, franceses, italianos, ingleses, blancos en general,
algunos negros, ningún asiático, vestidos razonablemente y con chanclas, en
vaqueros, con breve falda o volada, en traje de baño o de fiesta si es de noche,
a codazos o mostrando un mínimo de respeto, todos abalanzándose sobre las
viandas de cerdo, de conejo o de pavo, ensaladas con salsas de todo tipo,
quesos y embutidos, carnes aceitosas y pescado viscosamente acompañado, y
patatas fritas, muchas patatas fritas, platos enormes de patatas fritas, a la
panadera y al modo inglés, postres de colores chillones, amarillos y mostaza,
dorados y marrones, verdes y rosas, con sabores muy dulces pero no muy
diversos, helados, cremas, flanes, vinos y cervezas, naranjadas y colas, ah y
la pulsera azul con estrellitas, que todo el mundo lleva en la muñeca
izquierda, hombres y mujeres, all inclusive, tout compris, para
beber hasta caer pedo en la cálida noche de esta provincia sin nación. Se ve
que tienen hambre o que en su casa hacen ayuno o aquí cejan y se permiten los
excesos, comer a cuatro carrillos, mostrar sus carnes sobrantes, vestir a
medias, hablar alto y si hace falta gritar. Pudiera uno pensar, que en su casa
no pueden pasarlo peor, pero quizá pasarlo mal es en realidad pasárselo muy
bien. De día en la tumbona, cuando la tarde ha caído en las sillas de plástico
de la barra del bar, en los intermedios llenando la andorga. Aquí estoy yo
también, cómo he llegado, misterio.
“EL momento más trascendental en la historia del hombre es
el descubrimiento de la muerte. Pero las debilidades del cuerpo no son nada con
la devastación de la mente. Decenas de miles de mujeres y hombres soportan sus
últimos años miranda a la nada. Elegir la manera y el modo de nuestra muerte ha
de ser una libertad fundamental de la que la geriatría, remanente de teologías
obsoletas, busca privarnos. Para encarar con lucidez esa salida hay que saber
quién es uno, lo que confiere al menos una pequeña reserva interior”. Así lo
dice George Steiner, a sus 87 años, en el librito que Siruela acaba de
publicar, Fragmentos, en realidad aforismos donde el autor condensa la
sabiduría de una vida dedicada a las humanidades. Dice Steiner de los que
prefieren el fútbol a Esquilo: “Nadie puede reprocharles que renuncien a la
emancipación por la cultura porque, ¿qué obra de arte, qué poema, que hallazgo
topológico ha logrado mantener el hambre a raya, hacer que la injusticia sea
más soportable?”. “Casi todos nosotros llevamos vidas de segunda. El único
recuerdo que dejamos de nuestro nombre está en la guía telefónica o en la nómina
de los impuestos”. Para rematar con un pesimismo difícilmente soportable: “¿Qué
es nuestra historia –desde el asesinato de Caín hasta los hornos de gas y la
incineración nuclear- sino la crónica de lo inhumano?”.
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