viernes, 15 de abril de 2016

Inhumanos



         Niños, jóvenes, viejos, parejas, parejas de todo tipo y condición, alemanes, franceses, italianos, ingleses, blancos en general, algunos negros, ningún asiático, vestidos razonablemente y con chanclas, en vaqueros, con breve falda o volada, en traje de baño o de fiesta si es de noche, a codazos o mostrando un mínimo de respeto, todos abalanzándose sobre las viandas de cerdo, de conejo o de pavo, ensaladas con salsas de todo tipo, quesos y embutidos, carnes aceitosas y pescado viscosamente acompañado, y patatas fritas, muchas patatas fritas, platos enormes de patatas fritas, a la panadera y al modo inglés, postres de colores chillones, amarillos y mostaza, dorados y marrones, verdes y rosas, con sabores muy dulces pero no muy diversos, helados, cremas, flanes, vinos y cervezas, naranjadas y colas, ah y la pulsera azul con estrellitas, que todo el mundo lleva en la muñeca izquierda, hombres y mujeres, all inclusive, tout compris, para beber hasta caer pedo en la cálida noche de esta provincia sin nación. Se ve que tienen hambre o que en su casa hacen ayuno o aquí cejan y se permiten los excesos, comer a cuatro carrillos, mostrar sus carnes sobrantes, vestir a medias, hablar alto y si hace falta gritar. Pudiera uno pensar, que en su casa no pueden pasarlo peor, pero quizá pasarlo mal es en realidad pasárselo muy bien. De día en la tumbona, cuando la tarde ha caído en las sillas de plástico de la barra del bar, en los intermedios llenando la andorga. Aquí estoy yo también, cómo he llegado, misterio.

         “EL momento más trascendental en la historia del hombre es el descubrimiento de la muerte. Pero las debilidades del cuerpo no son nada con la devastación de la mente. Decenas de miles de mujeres y hombres soportan sus últimos años miranda a la nada. Elegir la manera y el modo de nuestra muerte ha de ser una libertad fundamental de la que la geriatría, remanente de teologías obsoletas, busca privarnos. Para encarar con lucidez esa salida hay que saber quién es uno, lo que confiere al menos una pequeña reserva interior”. Así lo dice George Steiner, a sus 87 años, en el librito que Siruela acaba de publicar, Fragmentos, en realidad aforismos donde el autor condensa la sabiduría de una vida dedicada a las humanidades. Dice Steiner de los que prefieren el fútbol a Esquilo: “Nadie puede reprocharles que renuncien a la emancipación por la cultura porque, ¿qué obra de arte, qué poema, que hallazgo topológico ha logrado mantener el hambre a raya, hacer que la injusticia sea más soportable?”. “Casi todos nosotros llevamos vidas de segunda. El único recuerdo que dejamos de nuestro nombre está en la guía telefónica o en la nómina de los impuestos”. Para rematar con un pesimismo difícilmente soportable: “¿Qué es nuestra historia –desde el asesinato de Caín hasta los hornos de gas y la incineración nuclear- sino la crónica de lo inhumano?”.

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