Impresiona la misa mayor en la catedral, si le acompaña la
pompa y el ritual, los concelebrantes y sus movimientos ritualizados, el incienso
a discreción, cuanto más grande la nube perfumada mejor, el canto de
antiguas antífonas en latín, pero también canciones menos excelsas en español y
en la lengua del lugar, el órgano centenario, la luminaria, la luz filtrada por
el gran rosetón, la lentitud ceremoniosa, el público respetuoso y
participativo, el marco gótico, las actores de reparto leyendo las epístolas y
el evangelio con un mallorquín tan bien modulado, y la escena del primer actor, en este caso el presidente del cabildo, en su gran oración. La excelsitud que uno espera de
la institución más antigua del mundo. Reconozco que me pone, aunque la mayoría de las veces por algún que otro motivo salgo defraudado. Como hoy. La insuperable magia que
no todos los grandes teatros del mundo alcanzan, ha quedado rota en dos instantes
inesperados: cuando el deán presidente, en mitad de la ceremonia, comprueba la hora en el reloj de pulsera,
¡por dos veces!, y cuando, llegado el momento cumbre de la función, la
homilía, sale al quite del último gesto de Francisco, los refugiados que el Papa se ha llevado a casa, 16, exactamente 16, ni uno más ni uno menos, gesto con que Francisco, convertido en cura Paco para la ocasión, se une a los ayuntamientos populistas de
España y sus exhibidos carteles en las fachadas de los ayuntamientos: Refugees welcome (escrito como se ve en el idioma de los sirios).
Pues bien, el
presidente del cabildo, en su oración, ataca el consumismo, perverso y
destructor, causa de todo mal, el mayor de todos, la desigualdad, origen
de la actual desgracia de los refugiados. Solo le ha faltado mentar esa
consigna que ha corrido por las paredes de Palma: tourist go home, refugees
welcome. Ninguna mención a la guerra o a la religión, no, el consumismo es
la bestia parda, el origen de cualquier mal. Así es como el populismo ha llegado
antes que a ningún otro sitio a la cabeza de la vieja institución. 16
refugiados en el Vaticano, ¿qué será de todos los demás? ¿Será suficiente con
que Jefes de Estado y de Gobierno de Europa y Occidente acojan en sus casas una
cifra similar? ¿Se acabará con la guerra, se pacificará Siria, se construirá
el camino de vuelta a casa de quienes han huido por su causa?
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