lunes, 25 de abril de 2016

Fragilidad

 


         ¿Qué hace que seamos un país tan frágil, tan inseguro, tan atemorizado, tan atomizado?

         Oigo y leo a Anguita, el abuelo (los dirigentes de Podemos viajan a Córdoba para escuchar al califa de la izquierda), y a Iglesias, el nieto, en la prensa, en un mitin, acompañado este de un acólito servil a quien humilla con el aplauso, descabalgado quien podía hacerle sombra, el primero con verbo reposado, el segundo con genio vivo,  truculento, insultón, los dos con rencor y odio (dicotomización, lo llaman), imbuyendo rencor y odio en su audiencia, fidelizando a sus fieles (secta). No hablan de programa de gobierno, sino de hacer una brecha en el bipartidismo, penetrar en el sistema y dentro de cuatro años tomarlo. ¿Para qué? Prueba de que los votantes de Podemos se mueven por la bilis es que no se preguntan en qué consistirá su gobierno. El referéndum de autodeterminación parece su objetivo más claro, y casi único, pero si los independentistas ganaran, qué harían al día siguiente, y si no ganaran qué harían el día después. Qué idea de país tienen, cómo equilibrarían las necesidades de las regiones ricas con las de las pobres. Su segunda propuesta, más o menos clara, es gastar 90.000 o 60.000 (según el día) millones de euros en necesidades sociales. Hablan de impuestos y de gastos, pero no de ingresos. ¿Cambiarán el sistema productivo? ¿Qué sectores van a estimular para crear empleo? ¿Reorganizarán el Estado y sus instituciones? ¿Fuera del euro y de la Unión Europea? ¿Eliminarán la monarquía? O creen que alcanzada la victoria todos los problemas desaparecerán o simplemente decretarán su desaparición, los suprimirán, sin más (es lo que creo). ¿Puede articularse una política sobre el resentimiento y la mentira?

         La Transición tenía un proyecto, dotar al país de instituciones modernas, asimilables a las democracias europeas, integrarlo en la prosperidad de la Unión Europea. Ha sido un proyecto exitoso: el modo de vida de los españoles ha mejorado sustancialmente. Pero la Gran Recesión lo ha puesto en crisis y ha demostrado que nuestras defensas eran débiles. Los grandes sistemas ideológicos que sustentaban el armazón moral del país han ido cayendo: el cristianismo y la familia nuclear, básicamente, sin que los valores del Estado liberal hayan sido capaces de sustituirlos. La corrupción y la baja calidad de nuestros políticos han sido letales. La fragilidad del país es una fragilidad moral fruto de un sistema educativo fraccionado e ineficiente, con programas educativos regionales y que no ha sabido fortalecer la moral pública. La prueba está en qué remedios han ido a buscar los ciudadanos ante sus inseguridades: medicinas alternativas, entretenimiento basura, política basura.


         España ha perdido una gran oportunidad, otra más, de regenerar la vida pública, a través de un razonable programa de gobierno, el firmado por PSOE-C’s. La parte del PP sana debería haberlo apoyado desde fuera para aprovechando la ocasión limpiar sus establos. De Podemos no se podía esperar nada porque su objetivo es tomar el poder y reacondicionarlo a su gusto. Pero tan culpables son los políticos como los ciudadanos como claramente lo manifiestan las encuestas: no quieren una coalición razonable. El odio de los líderes políticos ha infectado a la sociedad.

No hay comentarios: