¿Qué hace que seamos un país tan frágil, tan inseguro, tan
atemorizado, tan atomizado?
Oigo y leo a Anguita, el abuelo (los dirigentes de Podemos viajan a Córdoba para escuchar al califa de la izquierda), y a
Iglesias, el nieto, en la prensa, en un mitin, acompañado este de un acólito
servil a quien humilla con el aplauso, descabalgado quien podía hacerle sombra,
el primero con verbo reposado, el segundo con genio vivo, truculento, insultón, los dos con rencor y
odio (dicotomización, lo llaman), imbuyendo rencor y odio en su
audiencia, fidelizando a sus fieles (secta). No hablan de programa de gobierno, sino de
hacer una brecha en el bipartidismo, penetrar en el sistema y dentro de cuatro
años tomarlo. ¿Para qué? Prueba de que los votantes de Podemos se mueven por la bilis es que no se preguntan en qué consistirá su gobierno. El referéndum de autodeterminación parece su objetivo
más claro, y casi único, pero si los independentistas ganaran, qué harían al
día siguiente, y si no ganaran qué harían el día después. Qué idea de país tienen, cómo equilibrarían las
necesidades de las regiones ricas con las de las pobres. Su segunda propuesta,
más o menos clara, es gastar 90.000 o 60.000 (según el día) millones de euros
en necesidades sociales. Hablan de impuestos y de gastos, pero no de ingresos. ¿Cambiarán
el sistema productivo? ¿Qué sectores van a estimular para crear empleo?
¿Reorganizarán el Estado y sus instituciones? ¿Fuera del euro y de la Unión
Europea? ¿Eliminarán la monarquía? O creen que alcanzada la victoria todos los
problemas desaparecerán o simplemente decretarán su desaparición, los suprimirán, sin más (es lo que creo). ¿Puede articularse una política sobre el resentimiento y la mentira?
La Transición tenía un proyecto, dotar al país de
instituciones modernas, asimilables a las democracias europeas, integrarlo en
la prosperidad de la Unión Europea. Ha sido un proyecto exitoso: el modo de
vida de los españoles ha mejorado sustancialmente. Pero la Gran Recesión lo ha
puesto en crisis y ha demostrado que nuestras defensas eran débiles. Los
grandes sistemas ideológicos que sustentaban el armazón moral del país han ido
cayendo: el cristianismo y la familia nuclear, básicamente, sin que los valores del
Estado liberal hayan sido capaces de sustituirlos. La corrupción y la baja calidad de nuestros políticos han sido letales. La fragilidad del país es una
fragilidad moral fruto de un sistema educativo fraccionado e ineficiente, con
programas educativos regionales y que no ha sabido fortalecer la moral pública.
La prueba está en qué remedios han ido a buscar los ciudadanos ante sus
inseguridades: medicinas alternativas, entretenimiento basura, política basura.
España ha perdido una gran oportunidad, otra más, de
regenerar la vida pública, a través de un razonable programa de gobierno, el
firmado por PSOE-C’s. La parte del PP sana debería haberlo apoyado desde fuera
para aprovechando la ocasión limpiar sus establos. De Podemos no se podía
esperar nada porque su objetivo es tomar el poder y reacondicionarlo a su
gusto. Pero tan culpables son los políticos como los ciudadanos como claramente
lo manifiestan las encuestas: no quieren una coalición razonable. El odio de los líderes políticos ha infectado a la sociedad.
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