Si presentamos dos proposiciones como estas:
1. Dios creó el mundo
dotándolo de una estructura ordenada que los seres humanos somos capaces de
descubrir porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
2. El pensamiento humano está
modelado por nuestro pasado evolutivo, porque los seres humanos somos figuras
de la naturaleza, eslabones en la evolución del universo.
De la segunda podemos seguir
diciendo cosas, por ejemplo, si hay evidencias empíricas de que así sea,
incluso podemos hacer predicciones sobre lo que sucederá con el pensamiento,
con el hombre y con el universo. Pero la primera es una proposición circular
que se agota en sí misma, va de la fe a la fe.
Sin embargo los teístas, quieren competir de igual a igual
con la ciencia y buscan en las rendijas de la teoría, en aquellos puntos
todavía oscuros o inexplicados, el lugar donde encajar a Dios. Por ejemplo: “El
universo podría haber sido un caos desordenado en vez de un cosmos regido por
el orden. O podría haber tenido una racionalidad inaccesible para nosotros”.
Proposiciones todas ellas incomprensibles: el universo no puede ser otra cosa
que lo que es; si el universo ha producido inteligencia es lógico que esta vaya
refinando sus procesos hasta autocomprenderse. Qué diferencia hay, al cabo, entre lo
que afirman los teístas: los seres humanos podemos acceder a la verdad
únicamente porque la mente humana ha sido moldeada por una mente divina, y lo
que afirman los filósofos darwinistas, que nuestro pensamiento está moldeado por
nuestro pasado evolutivo.
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