lunes, 11 de abril de 2016

Ciencia y fe


         Si presentamos dos proposiciones como estas:

1. Dios creó el mundo dotándolo de una estructura ordenada que los seres humanos somos capaces de descubrir porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

2. El pensamiento humano está modelado por nuestro pasado evolutivo, porque los seres humanos somos figuras de la naturaleza, eslabones en la evolución del universo.

De la segunda podemos seguir diciendo cosas, por ejemplo, si hay evidencias empíricas de que así sea, incluso podemos hacer predicciones sobre lo que sucederá con el pensamiento, con el hombre y con el universo. Pero la primera es una proposición circular que se agota en sí misma, va de la fe a la fe.


         Sin embargo los teístas, quieren competir de igual a igual con la ciencia y buscan en las rendijas de la teoría, en aquellos puntos todavía oscuros o inexplicados, el lugar donde encajar a Dios. Por ejemplo: “El universo podría haber sido un caos desordenado en vez de un cosmos regido por el orden. O podría haber tenido una racionalidad inaccesible para nosotros”. Proposiciones todas ellas incomprensibles: el universo no puede ser otra cosa que lo que es; si el universo ha producido inteligencia es lógico que esta vaya refinando sus procesos hasta autocomprenderse. Qué diferencia hay, al cabo, entre lo que afirman los teístas: los seres humanos podemos acceder a la verdad únicamente porque la mente humana ha sido moldeada por una mente divina, y lo que afirman los filósofos darwinistas, que nuestro pensamiento está moldeado por nuestro pasado evolutivo.

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