El hombre que no tiene música
en sí mismo y no se mueve por la concordia de dulces sonidos, está inclinado a
traiciones, estratagemas y robos; las emociones de su espíritu son oscuras como
la noche, y sus afectos, tan sombríos como el Erebo: no hay que fiarse de tal
hombre. Atiende a la música. (El mercader de Venecia, Shakespeare)
Si la música
no fluye, si del silencio nada mana en el árido desierto, hay que buscarla en
otro sitio. En este grupo de jazz noruego, The Trondheim Jazz Orchestra, al que
acompaña el saxo Joshua Redman, por ejemplo. Una música muy física, como lo es
el jazz en general, pero aquí reforzada por el bajo y el propio Redman que
parecen convertir al propio cuerpo en instrumento, cuerpo golpeado para que suene, lo que hace que el ritmo
vaya ganando en intensidad hasta llegar a ser explosivo.
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