miércoles, 30 de marzo de 2016

Mi planta de naranja lima

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            Es más conmovedora la experiencia vital, por lo poco que he leído, del escritor brasileño, José Mauro de Vasconcelos, que su obra.

“Nació en el barrio carioca de Bangu, de madre indígena y padre portugués. Debido a la pobreza de su familia, de niño se trasladó a vivir con unos tíos en Natal, capital de Río Grande del Norte. Los bruscos cambios y experiencias que sufrió durante su niñez, sirvieron como base temática de Mi planta de naranja lima, su libro más popular. En esa misma ciudad, cursó dos años de la carrera de Medicina, pero abandonó los estudios para volver a Río de Janeiro.

Ejerció diversos empleos, que por lo general sólo le permitían subsistir. Fue entrenador de boxeo, cargador de bananas en una fazenda del litoral fluminense, modelo de escultores en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río (donde en 1941 fue modelo de Bruno Giorgi para su Monumento a la Juventud),1 camarero en un local nocturno de São Paulo, entre otras ocupaciones”. (Wikipedia)

            El asunto de esta novela es la pobreza, ese gran tema que, siendo como es uno de los dramas de este mundo, se ha rodeado a menudo de esa sensiblería que moldea mentes y conforma estrategias políticas no buscando con ahínco su erradicación sino utilizándola para persuadir y atraer adeptos a la causa. La diosa pobreza. No es que haya causa política en la novela de Vasconcelos, pero su sensiblería es adecuada para que otros la utilicen para sus fines. El lector con una mano sostiene el libro y con la otra el pañuelo para secarse las lágrimas.

            Zezé vive en una familia numerosa. Es un niño de cinco años que, a causa de sus travesuras, recibe numerosas palizas. Su padre está en paro, su madre trabaja muy duro para sacar adelante a su familia. Zezé se hace amigo de un árbol, ese naranja lima del título, a quien bautiza Minguito y a quien cuenta sus penalidades. En realidad, la pobreza no es el tema, es la atmósfera que rodea el mundo infantil de Zezé. No es tema porque no hay debate sobre él, no aparece como problema, es como el agua para los peces. 

            Mi planta de naranja lima, 1968, ha sido un éxito internacional, 32 idiomas, 19 países. Llevada al cine, al teatro, tres veces telenovelada, texto de lectura en enseñanza. Si Vasconcelos hubiese contado su peripecia directamente, en formato biografía, su historia hubiese sido más útil y creíble, pero entonces el público no hubiese sido el mismo.


            Incluso en el arte debe haber una base racional. El autor debe tratar a sus lectores como sus iguales, también a sus criaturas de ficción. El autor debe considerar a su público adulto, capaz de enfrentarle a un tema, de someterlo a juicio y que este decida si merece la pena poner en juego sus emociones. Incluso en las novelas infantiles y juveniles debería ser así.

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