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Es más
conmovedora la experiencia vital, por lo poco que he leído, del escritor
brasileño, José Mauro de Vasconcelos, que su obra.
“Nació en el barrio carioca de
Bangu, de madre indígena y padre portugués. Debido a la pobreza de su familia,
de niño se trasladó a vivir con unos tíos en Natal, capital de Río Grande del
Norte. Los bruscos cambios y experiencias que sufrió durante su niñez,
sirvieron como base temática de Mi planta de naranja lima, su libro más
popular. En esa misma ciudad, cursó dos años de la carrera de Medicina, pero
abandonó los estudios para volver a Río de Janeiro.
Ejerció diversos empleos, que
por lo general sólo le permitían subsistir. Fue entrenador de boxeo, cargador
de bananas en una fazenda del litoral fluminense, modelo de escultores en la
Escuela Nacional de Bellas Artes de Río (donde en 1941 fue modelo de Bruno
Giorgi para su Monumento a la Juventud),1 camarero en un local nocturno de São
Paulo, entre otras ocupaciones”. (Wikipedia)
El asunto
de esta novela es la pobreza, ese gran tema que, siendo como es uno de los
dramas de este mundo, se ha rodeado a menudo de esa sensiblería que moldea
mentes y conforma estrategias políticas no buscando con ahínco su erradicación
sino utilizándola para persuadir y atraer adeptos a la causa. La diosa pobreza.
No es que haya causa política en la novela de Vasconcelos, pero su sensiblería
es adecuada para que otros la utilicen para sus fines. El lector con una mano sostiene el libro y con la otra el pañuelo para secarse las lágrimas.
Zezé vive
en una familia numerosa. Es un niño de cinco años que, a causa de sus
travesuras, recibe numerosas palizas. Su padre está en paro, su madre trabaja
muy duro para sacar adelante a su familia. Zezé se hace amigo de un árbol, ese
naranja lima del título, a quien bautiza Minguito y a quien cuenta sus
penalidades. En realidad, la pobreza no es el tema, es la atmósfera que rodea
el mundo infantil de Zezé. No es tema porque no hay debate sobre él, no aparece
como problema, es como el agua para los peces.
Mi
planta de naranja lima, 1968, ha sido un éxito internacional, 32 idiomas,
19 países. Llevada al cine, al teatro, tres veces telenovelada, texto de
lectura en enseñanza. Si Vasconcelos hubiese contado su peripecia directamente,
en formato biografía, su historia hubiese sido más útil y creíble, pero
entonces el público no hubiese sido el mismo.
Incluso en
el arte debe haber una base racional. El autor debe tratar a sus lectores como
sus iguales, también a sus criaturas de ficción. El autor debe considerar a su
público adulto, capaz de enfrentarle a un tema, de someterlo a juicio y que
este decida si merece la pena poner en juego sus emociones. Incluso en las
novelas infantiles y juveniles debería ser así.
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