Tras leer a
Sara Mesa, tan estrictamente contemporánea y aún futurista, si vemos las redes
sociales como laboratorio de la vida líquida por venir, citando a Bauman, los
personajes de José María Merino, en La trama oculta por ejemplo: los
chicos en vacaciones en el pueblo, el asesino que recorre los montes, los
hermanos que se odian hasta la muerte, el gordito enamorado de la sueca, el
peregrino perdido, el médico recorriendo los pueblos de montaña en motocicleta,
remiten a un paisaje sobre el que han caído siete capas de hormigón.
Más que una
gran distancia, dos mundo parecen que separe a estos dos escritores. ¿Cuánto tiempo
hemos estado volcados en el pasado, atrapados en una memoria severa y tiránica
que nos ha impedido alzar el vuelo? Quizá no en todos los casos haya sido así,
pero la atmósfera cultural ha estado teñida de querellas y deudas viejas hasta
hace bien poco. Todavía se escriben libros de historia y se fantasea sobre lo
que ocurrió o tenía que haber ocurrido. José María Merino es un buen contador
de cuentos, en ellos la anécdota en mínima pero siempre la acompaña un fondo
oscuro, algo que solo está sugerido y que requiere la inteligencia del lector
para completarlos. Historias invadidas por el misterio no del todo descifrable
del pasado. Merino recuerda, pero también en su escritura está presente el amor
por la lengua, frases acabadas, compuestas con la paciencia del escultor, con
un léxico escogido para la ocasión, palabras válidas en ese contexto y extrañas
en otro. Es un escritor que viene del pasado de la lengua, del caudaloso río
del español en el que nada muy a gusto.
Hay muchos
escritores como José María Merino, pero quizá aun pocos como Sara Mesa. Se da
por descontado que también escribe bien, pero sus historias discurren en un
rabioso presente, lo que cuenta es más alborotado, porque todavía no ha pasado
el tiempo suficiente para que lo podamos comprender. ¿Quién puede decir hacia
dónde nos llevan los sinuosos trazos del vivir, dónde va a desembocar el
agitado presente? Así, también su escritura nerviosa, un español que quiere
atrapar el fluir inestable del habla, el español táctil que gimotea en el
teclado virtual busca un cauce que lo libere del pasado y acoja mejor los
cambios que están sucediendo, el nuevo modo de decir las cosas, las palabras
que brotan, la estructura de la lengua que se adapta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario