miércoles, 2 de marzo de 2016

De José María Merino a Sara Mesa

 

            Tras leer a Sara Mesa, tan estrictamente contemporánea y aún futurista, si vemos las redes sociales como laboratorio de la vida líquida por venir, citando a Bauman, los personajes de José María Merino, en La trama oculta por ejemplo: los chicos en vacaciones en el pueblo, el asesino que recorre los montes, los hermanos que se odian hasta la muerte, el gordito enamorado de la sueca, el peregrino perdido, el médico recorriendo los pueblos de montaña en motocicleta, remiten a un paisaje sobre el que han caído siete capas de hormigón.

            Más que una gran distancia, dos mundo parecen que separe a estos dos escritores. ¿Cuánto tiempo hemos estado volcados en el pasado, atrapados en una memoria severa y tiránica que nos ha impedido alzar el vuelo? Quizá no en todos los casos haya sido así, pero la atmósfera cultural ha estado teñida de querellas y deudas viejas hasta hace bien poco. Todavía se escriben libros de historia y se fantasea sobre lo que ocurrió o tenía que haber ocurrido. José María Merino es un buen contador de cuentos, en ellos la anécdota en mínima pero siempre la acompaña un fondo oscuro, algo que solo está sugerido y que requiere la inteligencia del lector para completarlos. Historias invadidas por el misterio no del todo descifrable del pasado. Merino recuerda, pero también en su escritura está presente el amor por la lengua, frases acabadas, compuestas con la paciencia del escultor, con un léxico escogido para la ocasión, palabras válidas en ese contexto y extrañas en otro. Es un escritor que viene del pasado de la lengua, del caudaloso río del español en el que nada muy a gusto. 



            Hay muchos escritores como José María Merino, pero quizá aun pocos como Sara Mesa. Se da por descontado que también escribe bien, pero sus historias discurren en un rabioso presente, lo que cuenta es más alborotado, porque todavía no ha pasado el tiempo suficiente para que lo podamos comprender. ¿Quién puede decir hacia dónde nos llevan los sinuosos trazos del vivir, dónde va a desembocar el agitado presente? Así, también su escritura nerviosa, un español que quiere atrapar el fluir inestable del habla, el español táctil que gimotea en el teclado virtual busca un cauce que lo libere del pasado y acoja mejor los cambios que están sucediendo, el nuevo modo de decir las cosas, las palabras que brotan, la estructura de la lengua que se adapta.


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