Me dice que la plaza más bonita es la Plaza de Castilla,
junto a la de toros pero es evidente que no. La chica tiene muy mal gusto como
voy a ir viendo, pero es muy simpática. La culpa es mía por preguntarle cuál de
todas las plazas es la más bonita. Tiene muchas, me dice, la de la Alcazaba, la
de San Sebastián, la de Santiago, las Descalzas, la de los Escribanos, la del
Coso Viejo y tantas más, muchas donde elegir, pero entre las más bonitas no
está la de Castilla. Yo me quedo con la de San Sebastián, al pie de la cuesta de
los zapateros, del siglo XVI, con la hermosa torre morisca de la iglesia que le
da nombre, la fuente renacentista en el medio y el arco del Nazareno detrás,
donde está el restaurante Leila donde vamos a comer. Lleva la chica una
chaqueta Pink y unas gafas de pasta a lo Marilyn y me va explicando, sin que yo
le pregunte más, todo lo que hay que ver en la ciudad, los miradores que es lo
más precioso que hay, las iglesias, los conventos. Lástima que esté todo
cerrado a estas horas, excepto la joya renacentista, con elementos del gótico
tardío, Real Colegiata de Santa María, ahora museo. La chica pink escogería el mirador
de la Puerta de Granada, que es donde vive, por sus vistas a la peña de los
enamorados: el chico cristiano y la zagala mora que se arrojaron roca abajo
cuando el padre moro los persiguió para acabar con su prohibido amor. Yo me quedo con las espectaculares panorámicas
desde lo alto de la alcazaba. La chica me recomienda comer en la Venta del Conejo o
en todo caso en el Molino blanco, yo escojo Leila, quizá por el nombre de la
enamorada mora, que según el hombre que nos atiende goza del mejor cocinero de
la zona. La porra, desde luego, esta riquísima y el plato de pescaíto
frito también. En fin, no ha tenido mucho éxito conmigo, pero le estoy
agradecido por su simpatía Pink y un poco apenado por haber cortado su torrencial y generosa explicación. Quizá me habría hablado de los dólmenes y del singularísimo
paisaje cárstico a unos pocos kilómetros, donde mis gibadas rodillas han
sufrido lo que ya no deberían sufrir. Pocos lugares con paisajes tan variados y
tan homogénea su arquitectura y dibujo urbano como el de esta ciudad que
merecería ser declarada patrimonio de la humanidad.
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