jueves, 10 de marzo de 2016

3. Instalación



         Después de diez años, la ciudad está irreconocible. Piedra de calidad en los suelos peatonales, bonitos enlucidos en las paredes, terrazas por doquier, tapas como nunca, mucha gente joven charlando y galanteando. Clase media despreocupada por el enorme paro de los barrios que no se ven. No es de extrañar que esas diferencias que no se ven en el centro de las ciudades turísticas rechinen en los resultados electorales. Las dos Españas que antes vivían en mundos paralelos ahora han decidido retarse al sol, con los dientes apretados. El chico, con jersey a rayas anchas horizontales y mangas recogidas a medio brazo, mueve las manos dibujando círculos como un molinillo, con mucha gracia. Nos acompaña por las calles del centro, hasta llevarnos a la misma puerta de la baronesa. Reconoce que no los ha votado, pero que han dejado la ciudad muy bonita. Le enumero los museos, los propios y los franquiciados, un derroche, aunque los pagamos convenientemente cuando vamos a verlos. Sí, me dice, hasta en esta gran instalación, en cada plaza y en muchas calles, hay mucho arte. La ciudad está atestada de bolsas de basura, pero ni apesta ni molesta en exceso, de momento se ve con curiosidad. Los ciudadanos son limpios y comprensivos, colaboran, aun no se percibe irritación. 

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