lunes, 22 de febrero de 2016

Escraches



            Cuando hace unos días el concejal de Seguridad y Emergencias en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, sufrió en sus propias carnes la medicina que él le había aplicado al ex alcalde Ruíz Gallardón, un escrache, pidió que se investigara si en aquella manifestación había incitación al odio. La propia alcaldesa, Manuela Carmena, en aquella anterior ocasión, por el contrario, había dicho que “Los escraches son una protesta no sólo legítima sino necesaria”.

            Los escarches, siendo una cosa tan actual, tienen antecedentes en la historia. Uno de los más conocidos ocurrió el 20 de junio de 1792 cuando voluntarios recién llegados de Marsella y de Brest, dos de las puntas de Francia, cantando al son de la canción del Ejército del Rin que esperaba el ataque de los prusianos, canción que luego se llamaría la Marsellesa, iniciaron una manifestación con otros radicales de la propia ciudad de París, entrando en la Asamblea Nacional, donde reclamaron el derrocamiento del rey, y luego asaltando las propias Tullerías, el palacio de Luis XVI, exigiéndole que se retractara de sus vetos a los decretos de la Asamblea, que se calzase el gorro frigio, cosa que el rey hizo, y, derribando dos puertas del palacio, que la reina se presentase ante ellos. 

             Para un diputado de la Asamblea, el montañés Georges Couthon, no había sido más que una expresión legítima y pacífica de la opinión popular en la que los ciudadanos fueron a “visitar al rey” para transmitirle sus puntos de vista. Para su compañero, Jacques Pinet, había que observar el espíritu de la ley y no la ley, apoyar “los actos constitucionalmente anticonstitucionales del pueblo”. 

              La cosa pareció que quedaría ahí, pero pocos días después, los radicales enardecidos, volvieron sobre el palacio con armas, lo asaltaron y comenzó una masacre con 1.000 muertos, entre ellos 600 guardias suizos que defendían el palacio, a los que se persiguió por todo París hasta matarlos. Luis XVI y Maria Antonieta pudieron refugiarse en la Asamblea. El resto de la historia todo el mundo la conoce, unos meses después el rey y la reina fueron derrocados y ajusticiados y dio comienzo el periodo del Terror en la Revolución Francesa.

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