El Renacido que de su anterior
trabajo, el oscarizado y pretencioso Birdman. La peli es un absorbente espectáculo
visual del primer fotograma al último. La trama es sencilla, un grupo de
cazadores americanos en busca de pieles, en lucha con otro grupo de franceses y
otro de indios, Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) es gravemente herido en lucha
con un enorme oso. Tan grave queda y tan sin esperanza que uno de sus
compañeros de partida, John Fitzgerald (Tom Hardy), que lo tenía a su cuidado,
lo abandona y mata a su hijo, un mestizo, para salvarse él mismo y cobrar su
paga. Glass iniciará una lucha desesperada, en medio de un grandioso paisaje
invernal, rodeado de agua y nieve, con apenas comida y con indios rondándole, para
sobrevivir y poder vengarse.
Hay quien le
ha puesto pegas al último González Iñárritu, y por eso he tardado en ir a verla
en esta temporada tan intensa de preóscares, pero no seré yo quien se las
ponga, es más, he salido más satisfecho de
En una
película como esta hay que suspender la credulidad para poder disfrutarla. Las
heridas que el oso causa al protagonista son mortales de necesidad, el invierno
que se nos muestra implacable: viento, frío, nieve, casi siempre empapado de
agua, falto de comida, ¿quién podría sobrevivir en esas condiciones? Pero cada
contratiempo del protagonista es una muesca en el deleite del espectador: este
goza con el sufrimiento de aquel. Recuerda a las viejas pelis de aventuras, a
los hombres de hierro cuya voluntad es superior a cualquier adversidad, y que,
contra todo pronóstico, derrotan a la naturaleza salvaje. La secuencia inicial
es memorable, intensa: los tramperos, recogiendo los fardos de pieles en medio
de la corriente de agua para llevarlos al barco que a través del Mississipí ha
de devolverlos a la civilización, son atacados por un grupo de indios
invisibles. Como lo son las secuencias finales cuando vuelve la violencia entre
las distintas partidas, una violencia en primer plano, a lo Tarantino. Entre
medias, los grandes planos de la naturaleza inhóspita pero hermosa, en los que
el protagonista se debate entre la muerte previsible y el empeño por vengarse.
Es una
película al servicio del actor, DiCaprio, sin desdeñar al magnífico Tom Hardy
como antagonista, y también un alarde técnico de González Iñárritu. La cámara
está presente en cada escena, como un protagonista más, chapoteando en el agua,
cayendo por los rápidos, avanzando con los actores por el paisaje que nunca se
acaba, en largos y primerísimos planos, sin rodaje en estudios que valgan, pero
con un trabajo de efectos especiales que apenas se hace notar. Un tour de
force del que González Iñárritu sale tan victorioso como su actor en el
rodaje y su protagonista en la ficción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario