martes, 16 de febrero de 2016

El renacido

       
 El Renacido que de su anterior trabajo, el oscarizado y pretencioso Birdman. La peli es un absorbente espectáculo visual del primer fotograma al último. La trama es sencilla, un grupo de cazadores americanos en busca de pieles, en lucha con otro grupo de franceses y otro de indios, Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) es gravemente herido en lucha con un enorme oso. Tan grave queda y tan sin esperanza que uno de sus compañeros de partida, John Fitzgerald (Tom Hardy), que lo tenía a su cuidado, lo abandona y mata a su hijo, un mestizo, para salvarse él mismo y cobrar su paga. Glass iniciará una lucha desesperada, en medio de un grandioso paisaje invernal, rodeado de agua y nieve, con apenas comida y con indios rondándole, para sobrevivir y poder vengarse.
           Hay quien le ha puesto pegas al último González Iñárritu, y por eso he tardado en ir a verla en esta temporada tan intensa de preóscares, pero no seré yo quien se las ponga, es más, he salido más satisfecho de
           
            En una película como esta hay que suspender la credulidad para poder disfrutarla. Las heridas que el oso causa al protagonista son mortales de necesidad, el invierno que se nos muestra implacable: viento, frío, nieve, casi siempre empapado de agua, falto de comida, ¿quién podría sobrevivir en esas condiciones? Pero cada contratiempo del protagonista es una muesca en el deleite del espectador: este goza con el sufrimiento de aquel. Recuerda a las viejas pelis de aventuras, a los hombres de hierro cuya voluntad es superior a cualquier adversidad, y que, contra todo pronóstico, derrotan a la naturaleza salvaje. La secuencia inicial es memorable, intensa: los tramperos, recogiendo los fardos de pieles en medio de la corriente de agua para llevarlos al barco que a través del Mississipí ha de devolverlos a la civilización, son atacados por un grupo de indios invisibles. Como lo son las secuencias finales cuando vuelve la violencia entre las distintas partidas, una violencia en primer plano, a lo Tarantino. Entre medias, los grandes planos de la naturaleza inhóspita pero hermosa, en los que el protagonista se debate entre la muerte previsible y el empeño por vengarse.


            Es una película al servicio del actor, DiCaprio, sin desdeñar al magnífico Tom Hardy como antagonista, y también un alarde técnico de González Iñárritu. La cámara está presente en cada escena, como un protagonista más, chapoteando en el agua, cayendo por los rápidos, avanzando con los actores por el paisaje que nunca se acaba, en largos y primerísimos planos, sin rodaje en estudios que valgan, pero con un trabajo de efectos especiales que apenas se hace notar. Un tour de force del que González Iñárritu sale tan victorioso como su actor en el rodaje y su protagonista en la ficción.

No hay comentarios: