Imagina
sobre el escenario a dos chicas con ampulosas faldas, con generoso escote y
generosos muslos, una de rojo intenso y la otra de azul eléctrico; imagina a
los músicos, piano y flauta, violín y viola, chelo y contrabajo. Las chicas
hablan y gesticulan sobre la música y el olfato, el tacto y la vista y señalan
la cajita que cada espectador tiene sobre sus piernas, una cajita con seis
bombones. Los instrumentistas hacen sonar sin descanso sus instrumentos, una
música melodiosa, pegadiza, con motivos y timbres que relacionan con los
sentidos. Cuando el contrabajo arranca con su tema la chica de azul nos enseña
el bombón de chocolate negro, la vista; en el segundo movimiento el violonchelo
suena a pimienta con leve picor, es el olfato; la viola en el tercero es
azahar, miel y limón, es decir, el tacto, pero las chicas están en el escenario
y solo, ay, las tocamos con los ojos; para el oído, un Piccolo enciende el bombón de
la pasión y para el gusto, el quinto, el violín es vainilla. Un coro de chicas
se ha unido en los dos últimos movimientos, todas de blanco, dirigidas por otra
chica tan joven como ellas. Hay un sexto sentido y un sexto bombón, pero hay
que escucharlo en casa, degustando la música en la web.
Los
bombones son deliciosos, estimulan realmente a los otros sentidos, la música
ligera, new age, a lo Michael Nyman, la experiencia original y con ganas
de repetirla si se presenta la ocasión. Todo hermoso, juvenil, fresco, la
butaca del espectador meciéndose en una nube que sobrevuela la ciudad sombría.
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