Pongamos
una chica de 22. 22 cuando comienza la historia, 30 cuando acaba. Una chica que
se arrastra aburrida como becaria por un anodino archivo de provincias, sin
nada que tenga sentido en lo que hace. La autora hace comenzar la historia siete
años atrás cuando la prota, Sonia, chateaba en el ordenador del trabajo con un
grupo aficionado a la literatura. Hubo una quedada, a setecientos km de su
casa, en una gran ciudad llamada Cárdenas, donde conoció los rostros fofos y los
insulsos cuerpos de los chatistas, tan poco interesantes como la normalidad en
que se le iba la vida. De vuelta, decidida a desengancharse, uno de los que no
acudió a la quedada le invita, en un privado, a que le envíe una fotografía a
cambio de tres libros cualesquiera que ella le pida. Knut Hamsum, ese era el
alias, tenía fama, en el chat, de robar en las grandes superficies y de enorgullecerse
de ello. Así se inicia un intercambio de libros robados, de comentarios sobre
lo que van leyendo, de ligeras intromisiones en la intimidad: deseos, preocupaciones, la leve historia del ir
tirando.
Sara Mesa
juega con los tiempos de la narración, en un difuso presente y en un pasado no
menos difuso, atrás, lejos en el tiempo, y atrás, más cerca, hasta llegar al
día en que ambos se citan, una única vez, en la gran ciudad. La narradora envuelve
la historia en un velo de irrealidad, una atmósfera que se va cargando de aprensión,
de modo que el personaje central, Sonia, sobrevuela la realidad para acceder a
un mundo duplicado. En un tiempo indefinido, Sonia conoce a Verdú, del que
llegamos a saber muy poco porque ella cuenta poco. Se casa con él en algún
lugar del norte, en una ceremonia sin compañía. Sigue una tarde de siesta, encamada
Sonia con Verdú, cuando Knut llama al fijo. Sonia se siente azorada, en falta,
sabiendo que Verdú está allí, con ella, mientras Knut invade su intimidad.
Entonces grita a Knut, le dice que nunca más la llame. Parece que la realidad
por fin va a imponerse.
Escrita de
ese modo, desdibujados el tiempo y el lugar, el lector ha de ir reconstruyendo los
dos mundos de Sonia, el que teje con su misterioso corresponsal y el otro, el
trabajo de oficina, el familiar, madre, abuela y perro, Verdú.
Mediada la
novela, algo cambia. Han pasado tres años, Sonia ha tenido un hijo, y, sin
mayor explicación, decide volver a escribirse con Knut. Los regalos robados se
multiplican, también su valor en dinero. Sonia se muestra cada vez más excitada
y agradecida por ellos. “Primero fueron los libros, a los que se añadieron
los discos; después comenzaron los perfumes; cuando eran demasiados mandó un
sujetador, a lo que ha seguido todo tipo de lencería, pasando después a los
zapatos, las cremas, la ropa de marca...”. Quedan por fin un día en la gran
ciudad. Cárdenas. Sonia ve las trazas normales, toscas incluso, del hombre.
Pero la excitación prosigue cuando le dedica las horas que pasan juntos a
mostrarle sus artes: entrar en los grandes almacenes, su habilidad para robar. En
la terraza de un edificio de oficinas, ese era el objetivo principal del primer
y único encuentro, Sonia se quita la camiseta para que él vea el corsé de la
Perla que lleva puesto, un hito en los regalos, y se pone la camiseta que él le
regala en ese momento. Se abrazan, se besan, aunque no parece que ese sea el
elemento que les mantiene conectados.
De vuelta, Knut
va subiendo la apuesta. Le envía una americana blanca de Armani, cuya etiqueta marca
499 euros. Sonia se la prueba, pero no le queda como a la modelo de la
fotografía que él le envía. Sonia, entonces, decide ponerla a la venta en eBay.
No saca mucho por ella, pero es el comienzo. Luego vienen los zapatos, la
lencería, los perfumes, las cremas, las medias. Con el dinero que saca de las
ventas, Sonia planea un viaje con Verdú. Pero por unas pocas frases nos enteramos
de que Verdú le habla de divorcio. Knut sigue enviándole cosas: objetos
valiosos, pero también, en otro giro, cosas comunes de la vida cotidiana. Un Knut
molesto y enfadado, cuando se entera de las ventas en eBay, tan enfadado que le
exige que le haga un ingreso en su cuenta de la suma de lo obtenido por las
ventas, lleva a Sonia a pedir que lo dejen.
¿Qué tipo
de relación es la que mantienen Sonia y Knut a través de los medios nuevos,
donde el habla es sustituida por los chats, el intercambio físico por el
virtual, donde el contacto digital se impone a la relación directa con el
marido y el hijo, la madre y la abuela y el perro, donde hay palabras y cosas, donde
hay algunos abrazos y besos, pero donde unas y otros no parecen significar lo
que hasta ahora significaban? ¿Qué tipo de relación ese esa que les entretiene
durante años, cuando a Sonia Knut le resulta repulsivo pero sigue chateando con
él y aceptando sus regalos robados, sin entusiasmo, sin apenas usarlos o
deshaciéndose de ellos, escondiéndolos en el fondo de un armario o vendiéndolos
en eBay, una relación que parece querer romper pero que sin embargo mantiene
hasta el límite del abuso de confianza y la humillación y que, incluso, cuando
al fin lo hace, la añora y, cuando acude a su ciudad a presentar el libro que
por fin ha escrito, lo busca en la noche? ¿Cuánta gente vive ya en ese mundo
duplicado?, ¿es ese el futuro que a todos nos espera?
Pon fin,
una buena novela en el español de España. Sara Mesa, Cicatriz.
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