jueves, 25 de febrero de 2016

Cicatriz, de Sara Mesa


            Pongamos una chica de 22. 22 cuando comienza la historia, 30 cuando acaba. Una chica que se arrastra aburrida como becaria por un anodino archivo de provincias, sin nada que tenga sentido en lo que hace. La autora hace comenzar la historia siete años atrás cuando la prota, Sonia, chateaba en el ordenador del trabajo con un grupo aficionado a la literatura. Hubo una quedada, a setecientos km de su casa, en una gran ciudad llamada Cárdenas, donde conoció los rostros fofos y los insulsos cuerpos de los chatistas, tan poco interesantes como la normalidad en que se le iba la vida. De vuelta, decidida a desengancharse, uno de los que no acudió a la quedada le invita, en un privado, a que le envíe una fotografía a cambio de tres libros cualesquiera que ella le pida. Knut Hamsum, ese era el alias, tenía fama, en el chat, de robar en las grandes superficies y de enorgullecerse de ello. Así se inicia un intercambio de libros robados, de comentarios sobre lo que van leyendo, de ligeras intromisiones en la intimidad: deseos,  preocupaciones, la leve historia del ir tirando.

            Sara Mesa juega con los tiempos de la narración, en un difuso presente y en un pasado no menos difuso, atrás, lejos en el tiempo, y atrás, más cerca, hasta llegar al día en que ambos se citan, una única vez, en la gran ciudad. La narradora envuelve la historia en un velo de irrealidad, una atmósfera que se va cargando de aprensión, de modo que el personaje central, Sonia, sobrevuela la realidad para acceder a un mundo duplicado. En un tiempo indefinido, Sonia conoce a Verdú, del que llegamos a saber muy poco porque ella cuenta poco. Se casa con él en algún lugar del norte, en una ceremonia sin compañía. Sigue una tarde de siesta, encamada Sonia con Verdú, cuando Knut llama al fijo. Sonia se siente azorada, en falta, sabiendo que Verdú está allí, con ella, mientras Knut invade su intimidad. Entonces grita a Knut, le dice que nunca más la llame. Parece que la realidad por fin va a imponerse.

            Escrita de ese modo, desdibujados el tiempo y el lugar, el lector ha de ir reconstruyendo los dos mundos de Sonia, el que teje con su misterioso corresponsal y el otro, el trabajo de oficina, el familiar, madre, abuela y perro, Verdú.

            Mediada la novela, algo cambia. Han pasado tres años, Sonia ha tenido un hijo, y, sin mayor explicación, decide volver a escribirse con Knut. Los regalos robados se multiplican, también su valor en dinero. Sonia se muestra cada vez más excitada y agradecida por ellos. “Primero fueron los libros, a los que se añadieron los discos; después comenzaron los perfumes; cuando eran demasiados mandó un sujetador, a lo que ha seguido todo tipo de lencería, pasando después a los zapatos, las cremas, la ropa de marca...”. Quedan por fin un día en la gran ciudad. Cárdenas. Sonia ve las trazas normales, toscas incluso, del hombre. Pero la excitación prosigue cuando le dedica las horas que pasan juntos a mostrarle sus artes: entrar en los grandes almacenes, su habilidad para robar. En la terraza de un edificio de oficinas, ese era el objetivo principal del primer y único encuentro, Sonia se quita la camiseta para que él vea el corsé de la Perla que lleva puesto, un hito en los regalos, y se pone la camiseta que él le regala en ese momento. Se abrazan, se besan, aunque no parece que ese sea el elemento que les mantiene conectados.

            De vuelta, Knut va subiendo la apuesta. Le envía una americana blanca de Armani, cuya etiqueta marca 499 euros. Sonia se la prueba, pero no le queda como a la modelo de la fotografía que él le envía. Sonia, entonces, decide ponerla a la venta en eBay. No saca mucho por ella, pero es el comienzo. Luego vienen los zapatos, la lencería, los perfumes, las cremas, las medias. Con el dinero que saca de las ventas, Sonia planea un viaje con Verdú. Pero por unas pocas frases nos enteramos de que Verdú le habla de divorcio. Knut sigue enviándole cosas: objetos valiosos, pero también, en otro giro, cosas comunes de la vida cotidiana. Un Knut molesto y enfadado, cuando se entera de las ventas en eBay, tan enfadado que le exige que le haga un ingreso en su cuenta de la suma de lo obtenido por las ventas, lleva a Sonia a pedir que lo dejen.

            ¿Qué tipo de relación es la que mantienen Sonia y Knut a través de los medios nuevos, donde el habla es sustituida por los chats, el intercambio físico por el virtual, donde el contacto digital se impone a la relación directa con el marido y el hijo, la madre y la abuela y el perro, donde hay palabras y cosas, donde hay algunos abrazos y besos, pero donde unas y otros no parecen significar lo que hasta ahora significaban? ¿Qué tipo de relación ese esa que les entretiene durante años, cuando a Sonia Knut le resulta repulsivo pero sigue chateando con él y aceptando sus regalos robados, sin entusiasmo, sin apenas usarlos o deshaciéndose de ellos, escondiéndolos en el fondo de un armario o vendiéndolos en eBay, una relación que parece querer romper pero que sin embargo mantiene hasta el límite del abuso de confianza y la humillación y que, incluso, cuando al fin lo hace, la añora y, cuando acude a su ciudad a presentar el libro que por fin ha escrito, lo busca en la noche? ¿Cuánta gente vive ya en ese mundo duplicado?, ¿es ese el futuro que a todos nos espera?


            Pon fin, una buena novela en el español de España. Sara Mesa, Cicatriz.

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