domingo, 24 de enero de 2016

Socrates, en el Plaza de Castelldefels

Socrates-Ticketea-CDF

            Precedido por muy buenas críticas, hoy por fin he podido ver el Sócrates de Josep María Pou, el gran protagonista de la función. No puedo decir lo mismo de los que han pergeñado esta pieza, Mario Gas y Alberto Iglesias. Lo que falla, desde mi punto de vista es el texto, no lo hay o es muy endeble, teatral, previsible, sin que remueva nada en el espectador, sin que zarandee su conciencia adormilada. Sólo en algunos momentos han conseguido sacarme del sopor, y más gracias a los intérpretes que a la enjundia del texto. El monólogo de Jantipa, la muy contenida y creíble Amparo Pamplona, el breve momento del acusador Pep Molina, el del amigo Carles Canut y por supuesto la presencia de Josep María Pou, sobre todo cuando se dirige directamente a la platea reprochándole los móviles encendidos y las toses exageradas. Pocos momentos en que la emoción traspasa los velos transparentes de la cuarta pared. El guión está confeccionado como se confecciona un escenario o la iluminación o el vestuario, acudiendo a la carpintería teatral, al oficio de la profesión. Se alude a la moral, a la honestidad, a la justicia y sobre todo, una y otra vez, a la verdad, pero son sólo conceptos que en cuanto salen de la boca del actor caen, como un foco que se enciende o se apaga o una túnica que se deja arrastrar o se cuelga del hombro. Las palabras, las frases, se repiten como ecos que rebotan en las paredes del teatro sin que se quiebren y formen parte de una mayéutica que penetre como contradicción en el oído de los espectadores.


            Lo peor, la fallida apuesta por hacer de Sócrates un contemporáneo. Los autores tenían delante una realidad que está llamando a gritos ser incorporada a las tablas, en Cataluña, en España, pero este Sócrates que nos presentan es un viejo sin chispa, lleno de frases tópicas y acartonadas, a pesar de que el director en el programa de mano dedique con frase rimbombante el espectáculo “al pueblo griego, y a su gobierno, esperando que el caso de Grecia sirva para que avance la Europa de los ciudadanos y retroceda la Europa del gran capital”. Una ocasión perdida.

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