sábado, 16 de enero de 2016

Lamparón




   Es en lo poco, en lo mísero incluso, cuando el hombre se da cuenta del hombre que es, basta un café de a euro, junto al Tinto, bajo las desconchadas murallas de Niebla, en una terraza cubierta con faldones y techo de plástico, con el ruido brumoso del fútbol retransmitido detrás, más algunas sombras de mujeres, basta eso poco para que la humanidad vuelva como ladron que pide la vez: He, que no me he ido, para, detente un poco, escucha. Y me pongo a escuchar, despojado de todo lo que traigo, desnudo, solitario. Silencio. Pero solo es un momento, en cuanto caigo en ello y repito la frase como un cuchillo percutiendo en el vaso: Es en lo poco y en lo mísero, que la frase cae y se amolda, y vuelvo al circo y al bullicio en el que como hombre ando metido y del que casi no puedo salir, el regusto estético que todo lo corrompe. Ya va la tarde rompiendo hacia Portugal, la autovia , los hombres tomados por los cacharros digitales, las nubes de color, la tierra plana, el lamparón hundido en el Guadiana, lo humano agarrado por la técnica y la estética de baratillo. Así va el hombre sin humanidad.

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