domingo, 31 de enero de 2016

El bar de las grandes esperanzas, de JR MOEHRINGER


el bar de las grandes esperanzas-j. r. moehringer-9788416261017            El protagonista de este libro se llama igual que su autor, lo mismo sucede con la multitud de personajes que aparecen en él, conservan sus nombres reales, salvo tres que no dieron su autorización. El autor declara en algún momento que es un libro de no ficción, sin embargo el lector, yo, no tiene nunca la impresión de que así sea. Ese es un gran mérito de JR Moheringer. Es un libro de memorias, cuenta desde la edad adulta lo que le sucedió en los primeros años de su vida, desde los siete cuando fue a ver por vez primera un partido de béisbol hasta cuando en la treintena acude, como todos nosotros, a la caída de las Torres Gemelas. Pero está contado como una novela de formación: un chico abandonado por su padre que tiene que aprender a vivir en el seno de una numerosa familia, abuelos, tíos, primos, bastante peculiar. El padre no está pero sí la madre, aunque el narrador protagonista no sabe si es él quien la cuida o es ella quien cuida de él. Como en la casa de los abuelos, que es donde vive, no hay hombres de verdad, va a buscarlos a un bar con nombre literario, el Dickens, que luego se convierte en Publicans. Por allí pasa una multitud de hombres, camareros y clientes, que aparecen como personajes, agarrados a la bebida, definidos con dos trazos y alguna que otra frase, que representan formas de enfrentarse a la vida o que recuerdan a algún personaje literario. El chico va a Yale primero y trabaja luego de meritorio en el Times, se enamora de una chica que está unos cuantos escalones sociales por encima de él, pero no acaba de encontrar un asidero. La figura del padre ausente está ahí, es la Voz que escucha en la radio y también en las canciones de Frank Sinatra que oye sin desmayo, pero su afán por localizarla se da de bruces con el desinterés del padre y lo que va sabiendo de él.

            La novela, porque al fin es lo que el libro es, aunque el autor hable de memorias, recorre un largo espacio de tiempo, desde principios de los ochenta al dos mil, una geografía muy acotada, recorrida antes por otros escritores, Fitzgerald entre ellos, Manhasset, una pequeña localidad del estado de Nueva York, y en especial un bar, el Publicans, y la pulsión de la vida que late en un enjambre de personajes medio velados por el recuerdo en breves apariciones con una frase, un gesto, una semejanza o una pequeña historia. Pulsión de vida, esperanzas, tropiezos, desengaños, pero todo contado como si las cosas no fuesen tan dramáticas como en realidad lo son, la violencia del padre, el machismo del abuelo, la dureza de la tía Ruth, la muerte de Steven, el propietario gatsbyano del Publicans, la muerte de cincuenta conocidos en los atentados del World Trade Center. El autor lo cuenta buscando una fidelidad perdida hacia la historia oral, poniendo el oído en la barra del bar, entrevistando a los viejos amigos para que con él hagan memoria, repitiendo el modo de contar de quien ya ha bebido más de dos martinis con ginebra seguidos.

            Es un libro redondo, bien escrito, bien medido, con muchos personajes cada uno de los cuales tiene un tic, una frase, una acción, cada uno una metáfora. Está escrito de forma sencilla, huyendo de las grandes palabras que alguna vez obsesionaron al escritor. No hay excesos dramáticos, desequilibrios, todo es contenido. Si uno pensase cómo escribir una novela podría acudir a este libro porque es como una clase magistral de cómo escribir una novela. Sin embargo. Sin embargo, cabría preguntarse ¿es esto gran literatura? Quizá sea literatura posterior a la literatura. Pero gustará a todo el que lo lea. Y si yo me topara con el autor, no me importaría emborracharme con él en el Publicans, compartir recuerdos y, por supuesto, lo felicitaría.

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