viernes, 18 de diciembre de 2015

La impotencia de la pintura (Juan Giralt)

  
“Para trabajar procuro situarme ante la tela en un estado muy receptivo y, así, manchando y estructurando el lienzo, espero la visita de un ‘tercer brazo’ capaz de sorprenderme”.

            Paseo por las salas del Reina Sofía como casi único mirón, salvo por la presencia molesta de los vigilantes que persiguen mi rastro, de sala en sala, como si fuese un delincuente en potencia. Leí el libro que el hijo de Juan Giralt dedicó a su muerte, así que tenía curiosidad por ver cómo eran sus pinturas. La impresión que saco es la de impotencia. Símbolos, códigos, alusiones a temas y formas de la historia de la pintura, bodegones, paisajes, retratos recortados en medio de un gran collage, pero como elementos yuxtapuestos en cuadros indefinidos, compuestos cada uno de ellos por otros cuadros enlazados, muchas veces, por un largo brochazo que los une. Por ejemplo, un cuadro con ciervos. El cuadro lo presiden dos ciervos pintados con técnica naturalista sobre fondo de montañas nevadas y naturaleza verde, como un elemento más de un collage junto a una zona estampada en un azul grisáceo, otra ocre, otra gris crema y el brochazo que une las distintas zonas.


            No creo que haya otra forma de atrapar el sentido de las obras de Juan Giralt que pensando en la añoranza de los buenos tiempos, cuando la habilidad artesana de montar un cuadro servía para algo. Ahora, cuando Giralt pintaba, en las postrimerías del siglo XX, esa habilidad queda reducida al inseguro largo brochazo que lo une a la historia de la pintura. Tan es así, que una y otra vez mi mirada se va hacia el motivo realista que alienta y da título a cada cuadro, los ciervos pintados a la manera académica, el retrato en fotomatón de una joven mujer, un perfeccionista estampado, obviando la pesada carga de la moderna abstracción. Lo mismo sucede con sus desdibujados dibujos, de los que hay una buena muestra, intrincados, sucios de tan llenos, con horror al vacío, destruidos por esa añoranza del buen pintar y dibujar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Apena la insolvencia que demuestras al juzgar pintura. Más allá de tu fracaso a la hora de aglutinar las distintas partes que componen un cuadro, sorprende que ni siquiera distingas el origen de aquello que ensalzas. Lo que llamas "ciervos pintados a la manera académica" se diría que son un pedazo de collage arrancado de un irrelevante cuadro comercial tal vez ni siquiera pintado, "el retrato de fotomatón de una mujer joven" parece un retrato coloreado como los que se hacían hasta los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo para embellecer el producto en blanco y negro de los fotógrafos. Esas referencias figurativas actúan, pues, como una especie de guiño kich dentro de un juego de espejos entre abstracción y figuración, despojada esta de la voluntad de representación.