martes, 17 de noviembre de 2015

Amor líquido, de Zygmunt Bauman -II-


            De igual modo, en cuanto a la acción política las propuestas de Bauman llevan mediante el buenismo antropológico a la inacción. Partiendo del horizonte kantiano de la unidad de la raza humana sustentado en la unicidad del insoslayable espacio de convivencia que es la esfera finita de la Tierra, Bauman constata su imposibilidad por las barreras que la modernidad, mediante la diabólica trinidad de territorio, nación y estado, ha ido imponiendo al parcelar ese espacio único de convivencia, generando con ello un basurero humano de inadaptados sociales y económicos, deshechos humanos, zombies sociales, que viven al margen sin posibilidades de integración (inmigrantes, desplazados, refugiados, pobres). Se pregunta Bauman, si el actual fenómeno de los refugiados condenados a vivir fuera de las fronteras, en la extraterritorialidad, fuera de sus países de origen, confinados en centros de acogida, campamentos temporales que se convierten en permanentes, es el laboratorio de la vida líquida por venir, de lo que a todos nos espera, el preludio de una humanidad futura aherrojada. Cómo no estar de acuerdo con Bauman cuando señala que la pertenencia a una comunidad no determina el valor moral de los individuos, que la pertenencia a la especie humana está por encima de cualquier otro título o filiación, de la necesidad de volver a la filantropía griega, al “amor al hombre”, que se alcanza en la disposición a compartir el mundo con otros hombres”. El problema radica, como cuando pone de ejemplo al papa Francisco, en que no encara la realidad de lo posible sino la de lo deseable que convierte en máxima. Francisco es un faro moral con claros principios, pero no es una Merkel manchada por la sucia realidad. Ni Bauman escribiendo ni Francisco dictando tienen que dar cuenta de los errores de sus actos. Ética de los principios frente a ética de la responsabilidad.

            Bauman elude los dilemas, con su concepción de la verdad como un proceso al que se llega mediante el diálogo, todo problema encontraría la solución en la forma de plantearlo correctamente. Por ejemplo, su proposición de que “La muerte de un solo ser humano no es un precio que merezca la pena pagar”, tan idealmente inatacable, a qué nos conduciría frente a realidades históricas como el proyecto hitleriano de la dictadura total o la guerra Siria que vomita miles de refugiados vagando por los campos de Europa. ¿Cómo se detiene a los malos? Un ejemplo de su idealismo paralizante es cuando achaca al Schindler de Steven Spielberg que salvase a unos pocos judíos y no a todos. ¿O todos o ninguno? No tenemos conciencia moral de una vez y para siempre, es una adquisición en el tiempo. No podemos juzgar desde aquí sin el contexto. Somos responsables de nuestro tiempo, no del pasado.

            Habría que dar la vuelta a las metáforas de Bauman para ver cuál es su consistencia. Frente al mundo líquido un mundo más sólido que nunca. ¿Cuándo el mundo ha sido más sólido que ahora, con instituciones más duraderas, con más capacidad para mantener las estructuras de convivencia? ¿Frente al hombre sin vínculos, cuándo el hombre ha estado más ligado con sus semejantes? Se han diluido los lazos familiares, pero en qué tiempo las relaciones dentro de la familia han sido más veraces, más igualitarias, más razonables. ¿Y las relaciones de amistad? ¿Y los vínculos con personas de otras culturas, de otras razas, de otras regiones y países? Es posible que las relaciones interpersonales sean menos duraderas, pero a costa de qué y de quién se hacían durar en otro tiempo, y se siguen haciendo durar en otras culturas. ¿Y no es superior la ganancia en fluidez, libertad y autonomía de los individuos? ¿Inseguridad, angustia? ¿Cuándo no ha sido así? Además, ¿nos hacía más humanos la identidad fija, la sumisión a un rol social preestablecido, que la actual identidad múltiple, flotante? ¿Quién querría volver a la casa de las ventanas cerradas, donde el patriarca imponía sus reglas sin que nada del exterior atravesase sus opacas cortinas? ¿La mujer, los hijos? ¿Qué intimidad preservaban en su encierro?

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