viernes, 5 de junio de 2015

La agonía del Eros, de Byung-Chul Han


            También el amor está moribundo, el amor se positiva como sexualidad sometida al dictado del rendimiento (Agonie des Eros, 2012). “La sensualidad es el capital que hay que aumentar”. El cuerpo es una mercancía, el otro es un objeto sexualizado, un objeto excitante. No puede ser amado si le despojo de su alteridad. Solo lo puedo consumir. En la sociedad neoliberal hemos perdido la “distancia originaria” (Martin Buber), la alteridad, aquello con nos hace humanos. “La sociedad del rendimiento no tiene acceso al amor como herida y pasión. El hombre actual permanece igual a sí mismo y busca en el otro tan solo la confirmación de sí mismo”. Lo mismo sucede con la muerte: el capitalismo ha retirado la negatividad de la muerte, ha absolutizado la mera vida contra la muerte, no la buena vida. Una vida de esclavo.


            En la positivista sociedad neoliberal, Han ofrece como alternativa la fuerza o el valor del Eros, siempre que sepa desprenderse de la sexualidad y de la pornografía. Así como estas redundan en lo positivo, en el deseo narcisista del yo que todo lo iguala, pues todo para él son cosas disponibles para el placer del yo, el Eros acepta la negatividad del otro porque el amor es cosa de dos. El Eros se vive como acontecimiento, como ruptura, como inicio de algo nuevo, en lugar de lo aditivo y adictivo de la sociedad digital que es la acumulación sin descanso de lo mismo. En la hipervigilia digital el exceso de información, el exceso de positividad, impide las fantasías relativas al otro. Es en esa crisis de la fantasía donde Han hace residir la actual crisis de la literatura y el arte, según la cual en los últimos cincuenta años no se ha producido ningún acontecimiento que merezca tal nombre (Michel Butor). Igualmente la agonía del Eros (el valor de reconocer al otro) explicaría la despolitización de la sociedad, incapaz en esta sociedad del enjambre, habitada por hombres aislados, de formar un “nosotros” con aspiración revolucionaria a una nueva forma de vida, a una sociedad diferente. Sin Eros no hay pensamiento más allá de lo aditivo y de lo repetitivo, del ruido que genera el exceso de información. Por eso Han es enemigo del Big Data, porque la ciencia positiva guiada por los datos no produce ningún conocimiento o verdad. Según Han, el pensamiento comenzó por primera vez bajo el impulso del Eros. Sócrates era un seductor, por eso lo condenaron. Alcibiades cuenta cómo Sócrates lo conmovía y lo llenaba de inquietud a diferencia de Pericles y de otros políticos, porque el logos carece de vigor sin el poder del Eros. Sin Eros el pensamiento pierde toda vitalidad.

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