viernes, 1 de mayo de 2015

Matar un ruiseñor, de Harper Lee -II-



 Crítica

            La novela, siguiendo el hilo temático de la educación de los dos niños, Jem y Scout, se estructura en tres partes. Una primera en torno a los miedos infantiles, centrados en el misterio de la mansión Radley; en la parte central se exponen los prejuicios raciales del sur de los EE UU en los años treinta, en torno a la acusación y juicio de Tom Robinson; en la tercera confluyen y se resuelven las otras dos: se desvela el misterio de los Radley y concluye la etapa del miedo infantil para dar paso a la edad adulta. El punto de vista nos lo proporciona en primera persona, Scout, desde cuyos ojos vemos el discurrir de la historia. La narradora recuerda desde la distancia el pasado pero reconstruyendo una sensibilidad infantil en evolución. El tema principal es la educación infantil de la que se ofrecen sutiles contrastes, en la familia, en la escuela, entre chicos, en la sociedad. En cada nivel hay posturas en oposición. El segundo gran tema, tan importante como el primero, se relaciona con los prejuicios raciales y sociales en el interior de una sociedad provinciana. Hay tres momentos de densidad dramática en los que los dos temas se cruzan: la escena en que la turba quiere asaltar la cárcel, donde se mide el carácter de Atticus y el instinto de Scout; el juicio por violación, donde los chicos ven cómo los adultos intentan resolver los conflictos, y la noche de terror, en que se alcanza el paroxismo, cuando Scout y Jem vuelven del colegio, son atacados y dejan la infancia. Matar un ruiseñor es una novela de personajes, casi todos, como diría Tom Wolfe, radiografías sociales, portadores de valores, positivos o negativos, casi todos presentados en parejas antitéticas: Atticus/Alexandra; Los Ewell/ los Cunnigham; Maudie Atkinson/Stephanie Crawford. Algunos portando la contradicción en sí mismos, como la señorita Gates, que hace ver a los niños la diferencia entre democracia y dictadura a propósito de Hitler, pero que sin embargo en privado es racista. Otros aparecen inasequibles en su misterio: Boo Radley o Bob Ewell. Los únicos personajes que evolucionan como no podía ser de otro modo son los niños, Jem y Scout. El contexto de la novela es la crisis social posterior al crac del 29, la sociedad cerrada del sur de EE UU en esos años y la limpia línea narrativa previa al experimentalismo de Faulkner. Fue publicada en 1960 y recibió el Pulitzer. Es imposible desprenderse de las imágenes que Robert Mulligan puso a la novela dos años después. También es difícil no pensar en las dos primeras novelas de Truman Capote o no ver la influencia ejercida en otros escritores, incluso recientemente, como Canadá de Richard Ford. Un clásico.

Capote y Lee

            Personajes.

Scout, la narradora, su hermano Jem y el amigo Dill, abandonando la infancia.

Atticus. El modelo de una pieza en la educación de los niños. El padre ideal que todo el mundo hubiese querido tener. No hay conflicto con él porque es visto con ojos infantiles.

Henry Lafayette Dubose es una anciana en silla de ruedas de genio vivo que desde su porche se mete com Jem y Scout, por malcriados, y con su padre por ama-negros. Un día Jem enfurecido la emprende a golpes con los brotes de camelias con un bastón de majorette que le acaba de regalar a Scout. Como castigo Atticus le obliga a pedir perdón y a pasar un mes en casa de la anciana para ayudarle en lo que sea. La anciana le pide que le lea todas las tardes un capítulo de Ivanhoe. Cuando la vieja, muy enferma, muere, Atticus les explicará el motivo de su mal genio: ante su enfermedad terminal ella ha decidido dejar la morfina. La lectura le ayuda a pasar el mal trago. Atticus la pone como ejemplo de mujer cabal y valiente que muere sin deber nada a nadie, a pesar de sus opiniones tan personales como intransigentes.

Calpurnia. Es la cocinera de Atticus y cuidadora de Scout y su hermano. Un día Calpurnia los lleva a un servicio religioso de negros y allí estos descubrirán su doble vida representada por su doble manera de hablar, en lenguaje blanco con ellos y un lenguaje negro con sus iguales. Calpurnia es una de las cuatro personas de la congregación que ha aprendido a leer. Ante la pregunta de por qué tal diferencia en el lenguaje, ella les da una lección: lo hace así porque de otro modo “pensarían que me había dado la pretensión de aventajar a Moisés”.

Alexandra Finch. Tía y contraejemplo de Atticus en cuanto a educación, una persona “enamorada de sí misma”. Un día se presenta en casa viniendo desde la hacienda Finch para enseñarles modales y se queda a vivir una temporada. Jem mostrará con un golpe seco de la maleta contra el suelo la recepción que le hacen: “Un ruido revestido de la cualidad de una sorda permanencia”. Pronto comprueban que más que a educarlos ha venido a hacer vida social: “En cuanto salía a relucir la moral en cualquiera de sus formas, ella la defendía”. Rivaliza en murmuraciones con miss Stephanie Crawford.

Rachel Haverford. La tía de Dill. Tartamudea. Empieza todas las mañanas con un buen trago de whiski puro para sobreponerse al recuerdo del día en que abrió el armario y se topó con una cascabel enroscada.

Stephanie Crawford. Charlatana y murmuradora. Tiende a ocuparse de los asuntos de otras personas.

Mr. Avery. Un hombre peculiar. Los chicos ven un día cómo desde el porche de su casa sale un chorro, un arco casi perfecto.

Braxton Underwood. Propietario, director y linotipista de The Maycomb Tribune. No necesita salir de su oficina porque la cárcel y el juzgado los tiene a tiro de pájaro desde su ventana y porque además la gente le lleva las noticias. Cuando el intento del asalto a la cárcel vigila con una escopeta desde una ventana.

Maudie Atkinson. La vecina de enfrente a la que un día se le incendia la casa aunque no le da ninguna pena porque la ve vieja y grande para sus necesidades y lo único que estima son sus flores, sus azaleas. Cambia totalmente cuando se quita el mono de trabajo y se pone guapa. Atticus y ella galantean.

Grace Merriweather. Devota, pertenece a la sociedad misionera de las damas de Maycomb. Se dedica a parlotear sobre los merunas, un pueblo aborigen en el que la sociedad intenta hacer conversos. “Maneja su voz como un órgano; cada palabra obtenía el compás requerido”.

Los Ewell. La familia más antisocial. Malhablados. Los hijos van a la escuela el primer día de clase para firmar la lista y ya no vuelven. Caroline, la maestra, quiere enderezarlos pero con poco éxito. Un mocoso Ewell gallea ante ella. Robert Lee Ewell (Burris), el padre, un hombrecillo, es el que denuncia a Tom Tobinson por violación de su hija. Viven de la beneficencia. La descripción que hace la narradora es la de una familia mísera física y moralmente, que vive junto al vertedero donde acaba la ciudad y cerca del barrio de los negros. La casa pequeña y destartalada, los hijos, 7, sucios y malolientes.

Los Radley. Una familia rara, encerrada en su casa y que intriga a los niños. El padre es un hombre muy severo que maltrata a su hijo. Boo (Arthur) no sale de casa y los chicos intentan todo tipo de cosas para que lo haga. Es el leitmotiv de la primera parte de la novela.

Eula May. Telefonista en jefe.

Los Cuningham. Pobres pero redimibles. Hombres en los que se puede confiar si se encuentra el modo de capturar su atención. Walter es un rapaz deslenguado, compañero de grado de Scout. Atticus ayuda a su padre a resolver un tema de hipoteca. Le paga en especie, sin embargo, borracho, es el que encabeza la banda que quiere asaltar la prisión para colgar a Tom Robinson. En el juicio, sin embargo, es Cunnigham el único a quien le asalta la duda sobre su culpabilidad.

Miss Caroline, la maestra. “Hasta 6º grado no se aprende nada de valor”.

Miss Gates, la maestra de 7º. Hace recoger a los niños una noticia de actualidad. Uno de ellos lee cómo Hitler roba y encierra a los judíos, a propósito de lo cual les hace distinguir entre democracia y dictadura. Sin embargo, otro día la oyen despotricar contra los negros. “Llegará el día que pretendan casarse con una de nosotros”.

El fiscal  Gimell, bizco.

El juez Taylor, en los setenta, aparenta somnolencia pero está muy atento. De genio vivo. Tiene por afición ir mordisqueando un cigarro puro hasta hacer una bola de tabaco en su boca, por lo que su mujer ya no tiene interés en besarlo.


Maycomb, (trasunto de Monrroeville, la ciudad don de pasaron su infancia Harper Lee y Truman Capote) capital del condado del mismo nombre. Su origen se asocia a la taberna de Sinkfield. Un hombre que en los orígenes de la población armaba por igual a los granjeros y a los creek. La ciudad nació lejos del Embarcadero de Maycomb, donde la familia de los Finch tiene su hacienda. Sociedad cerrada, con escasa evolución.

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