jueves, 30 de abril de 2015

Matar un ruiseñor, de Harper Lee


            La historia sucede en un condado de Alabama, Maycomb, en los años treinta, cuando más vivas eran las consecuencias del crac del 29. La narradora es una niña, Scout, que comienza su relato en el año en que va por vez primera a la escuela. Sabe leer y escribir, habilidades que ha aprendido al atardecer, recostada en el regazo de su padre, Atticus Finch, mirando por encima el periódico que él lee a la vuelta del trabajo. Atticus es un abogado que malvive defendiendo a gente que apenas le puede pagar. Muchas veces el pago lo recibe en especie. Lo primero que le exige la maestra al llegar por vez primera a la escuela es desaprender a leer y escribir porque todavía no le toca, pues ha de seguir el ritmo con los demás niños, rapaces de distinto pelaje, huraños, harapientos, malcriados, algunos sin nada que llevarse a la boca. Los personajes van apareciendo según lo dictan las percepciones de una mente infantil, aunque pronto, en esta novela de personajes, algunos adquieren mayor importancia: su hermano Jem, cuatro años mayor, el amigo Dill (basado en el amigo infantil de Harper Lee Truman Capote), que pasa las vacaciones en Maycomb, aunque vive en Meridian, Missisipi, y por supuesto los peculiares personajes que habitan en diferentes casas de la misma calle. En especial quienes viven en la casa de la esquina, la mansión Radley, que se convierte en un misterio temible pero atrayente para los niños, una propiedad descuidada, tras la que viven escondidos del mundo, el riguroso señor Radley, su esposa y sus hijos Nathan y Boo. Este permanece recluido por voluntad del padre tras un extraño incidente, cuando le clavó unas tijeras en la pierna. Cuando comienza el tiempo de la narración el señor Radley ya murió, pero el misterio sigue muy vivo para los niños, que durante las vacaciones se dedican a interpretar una obra de teatro basada en los personajes de la mansión o a intentar que Boo salga a la calle, intercambiando mensajes a través de un agujero en un roble.

            Las cosas cambian el día que arde la casa de la señorita Maudie Atkinson. Aquel día había nevado, la noche era fría y mientras Scout y su hermano narran el incendio desde una posición alejada, Boo Radley pone una manta sobre los fríos hombros de Scout sin que ella se de cuenta. A continuación otro hecho es el detonante de la acción en la novela, Atticus se encarga de la defensa de un negro, Tom Robinson, acusado de violación. El racismo es un sentimiento natural en el condado y en Alabama. La gente, ni siquiera parte de su familia, perdona a Atticus que dé ese paso. Este suceso será decisivo en la formación de Scout. La figura de su padre se agiganta. Scout, a escondidas, escucha una conversación entre Atticus y su tío Jack y comprenderá por qué su padre no quiere que entre en peleas, tan dispuesta como ella está, para defender su honorabilidad. Scout se entera más delante de que Atticus dice lo que dice porque sabe que su hija le esta escuchando. Antes Scout ha tenido una conversación con la señorita Maudie sobre las cosas valiosas que Atticus, un hombre cerca de los cincuenta, mayor que los demás padres, sabe hacer, si es que sabe hacer alguna. Poco después hay un incidente con un perro rabioso, al que, ante la petición del sheriff, abate de un certero disparo. Atticus les había regalado unas carabinas, aunque les habría advertido que preferiría que sólo disparasen a unas latas, en todo caso a los azulones, pero nunca a un ruiseñor, porque matar a un ruiseñor es pecado. De ese modo Scout comprende el carácter de su padre mientras moldea el suyo.

            Una noche Atticus se despide se sus hijos pidiéndoles que se vayan a dormir y sale de casa. Al cabo de un rato Jem, intranquilo, decide ir a la ciudad, seguido por Scout y Dill. Allí descubren que su padre hace guardia a la puerta de la cárcel. Al poco unos coches irrumpen en la plaza y de ellos descienden hombres torvos rezumando alcohol. Le piden a Atticus que les deje pasar hasta la celda de Tom Robinson. Él se niega. El sheriff mientras tanto ha sido invitado a cazar agachadizas. Cuando la cosa se pone tensa, Scout, entabla una conversación con el señor Cuningham preguntándole por Walter, compañero de clase de Scout. También le recuerda el trato con su padre, su hipoteca y cómo fue a llevarles castañas. De ese modo el ambiente se distiende. Cuando la banda se va, el señor Underwood, propietario de The Maycomb Tribune se asoma a una ventana del periódico con una escopeta en la mano indicando que él le habría defendido.


            El clímax se alcanza en el juicio. Lo vemos de nuevo con los ojos de Scout, que a veces para entender lo que sucede mira a su hermano, intentando interpretar sus gestos o expresiones. Ambos están en el piso de arriba, junto al reverendo Sykes y los demás negros. Observa la habilidad de su padre para hacer decir a los testigos aquello que estos quieren a toda costa ocultar, cómo pone en evidencia a Bob Ewell y a su hija Mayella, quien para ocultar su pecado, tentar a Tom Robinson, le acusa de violación. A pesar de la limpia lógica del alegato de Atticus el jurado condena a Robinson, aunque todos menos Robinson confían en la apelación. Tras el juicio se desata el loco resentimiento de Bob Ewell por haber quedado al descubierto ante los vecinos: escupe a Atticus, asalta por la noche la casa del juez o insulta a Helen, esposa de Tom Robinson. Se suceden varios capítulos en que la tensión baja considerablemente así como la atención y el disfrute del lector. Hasta que llega la noche de terror, el segundo momento climático. Scout se disfraza de jamón para una fiesta de disfraces organizada por miss Merriweather en el colegio. De vuelta a casa ella y su hermano han de atravesar un largo patio a oscuras. Son atacados. Scout sale bien parada, pero Jem queda inconsciente con un brazo roto. En el último momento alguien los ha salvado clavando un cuchillo de cocina al asaltante. La novela se cierra con una discusión entre Atticus y el sheriff Tate sobre a quien hay que cargar con la muerte de Bob Ewell. Atticus quiere que Jem la asuma, en defensa propia; Tate está dispuesto a afirmar que Ewell ha caído sobre su propio cuchillo. Scout comprende que ambos quieren salvar al pobre Boo Radley, porque acusarlo sería como matar a un ruiseñor.

No hay comentarios: