miércoles, 28 de enero de 2015

La malandanza


            Demasiado descriptiva para mi gusto esta novela, los personajes, las calles, los ambientes –palabra apropiada para la época de la que habla, finales de los setenta, ya muerto Franco, aunque no del todo el franquismo-, descripciones con una palabra de más, una frase redicha, un amaneramiento impropio del autor, que rompe con aquello que es marca de la casa, del mejor Trapiello, que va al grano y afea la retórica. Por eso no he podido con este libro que en algún lugar había visto como el mejor y no lo es, al contrario, y eso que me ha costado lo suyo encontrarlo, ni en las librerías de nuevo ni en las de viejo, ni en las páginas de libros electrónicos, hasta dar con él en los fondos desactualizados de una biblioteca de Castilla y León.


            Sin embargo, la novela tiene un gran momento, el único, por el que ha merecido la pena continuar, aunque no tanto llegar hasta e final, una escena en la que uno de los personajes asiste atónico a una performance de una directora moderna de programa de televisión, cuando la movida. Hay un desfase en realidad, de unos años, entre la época de la novela y la movida. La mujer invita a su casa a uno de los personaje de la novela, un tal Varilla, un currante de vida tristona, y a un pintor valenciano, se ducha, aparece luego medio tapada medio desnuda con la mayor naturalidad, después viene la cena, unas rayas de coca y al final se lo folla, con el otro invitado dormido en el sofá, sin que Varilla salga de su sorpresa, entre humillado y complacido. Seguro que AT recuerda alguna escena así de cuando él trabajaba también para un programa parecido en la misma televisión, en la misma movida. Por lo demás, la novela está concebida como un episodio de la historia reciente, con personajes mas o menos arquetípicos, representantes de diferentes ambientes, obreros que hacen lo que pueden para ir tirando, putillas desesperadas, modernos desacomplejados y chulillos, fachillas de bigotillo y violentos, jóvenes proges a la espera del éxito, un Madrid en transición. Costumbrismo.

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