jueves, 29 de enero de 2015

Fargo, serie


            Fargo, la película que los hermanos Coen fabricaron en 1996, estaba ahí para que alguien la continuase. Hay un elemento físico que da continuidad a la peli en la actual serie, la maleta con el millón de dólares que Steve Buscemi, uno de los secuestradores asesinos, en la peli, entierra bajo la nieve, junto a una larga alambrada. La maleta se la encuentra una familia de emigrantes y con ella montan un exitoso negocio de venta al público. También será el objeto de deseo del malo malo de la serie, Billy Bob Thornton. Hay otros elementos de continuidad, la propia nieve o el nombre de la población que da título a la peli y a la serie, pero todo lo demás tiene pálidas semejanzas. Cambian los nombres de las poblaciones de Minnesota donde sucede la acción, salvo Fargo, el nombre de los personajes, su tipología, su carácter, sus negocios. Las dos mantienen el guiño burlesco de que lo vamos a ver a continuación se refiere a sucesos reales y que han tenido que cambiar los nombres de los personajes para respetar la voluntad de los supervivientes, aunque las dos sitúan los supuestos sucesos originales en años diferentes, en 1987 la peli, en 2006 la serie.

            Por supuesto, en la confección de la serie se nota el paso del tiempo, sobre todo el cambio técnico, en todos los aspectos, rodaje, fotografía, guión, todo más depurado, más pulido, más perfecto. Los propios hermanos Coen hacen de productores. Pero quizá, donde más se notan los cambios es en el carácter de los personajes, en la interpretación y en el propio casting. La maldad de Billy Bob Thornton, después de tantos asesinos en serie como han pasado por las pantallas, es más refinada, un personaje complejo, más literario, más humano y monstruoso al mismo tiempo, por dos cosas, porque la época ha cambiado y porque las series, por su duración, permiten construir personajes más llenos, más ambiguos, mejor desarrollados, lo que no quiere decir que el que interpretaba Steve Buscemi en la peli no tuviera su atractivo, pero era más sencillo, con menos registros.


            Destacaría tres cosas de la serie. Al principio, lo que más llama la atención son los actores escogidos, no hay ninguno atractivo, aunque vale aquello de que sobre gustos. Son personajes vulgares, torpes, inocentes o tontos, no muy diferentes de los que están al otro lado de la pantalla de la tele, salvadas las excepciones, es decir gente de la calle, a la que si de verdad le hubiesen ocurrido los sucesos que se cuentan, si los hubiese padecido, no habrían reaccionado de forma diferente. Lo anormal son los actores de Hollywood, tan guapos, listos y sexys como no hay igual. El segundo valor de la serie es el guión, tan currado, con acción mantenida, que no llega a decaer en ninguno de los diez episodios, hasta demasiada acción, diría yo, a veces con tanta violencia que resulta hasta insoportable, aunque es una violencia cómica, burlesca, risible. Y el tercer valor, como decía, es el actor principal, Billy Bob Thornton, que crea un malo complejo, capaz de matar con fina ironía. También el personaje interpretado por Martin Freeman es un personaje logrado.

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