miércoles, 5 de noviembre de 2014

Camino 30


   De Santiago a Negreira. Después del desayuno bufet, otro lujo, me despido de Xavi que vuela a Mallorca, antes de hacerlo hacia Dubai, donde trabajará unas semanas de camarero en los fastos de la Fórmula 1. Ha sido el amigo de más largo aliento. Nos conocimos en las rampas del Collado Lepoeder, en el Pirineo navarro. Xavi es un hombre libre que ha recorrido medio mundo con una mochila ligera, con gran facilidad para hacer amigos, y amigas. Comienzo el viaje a Fisterra con Carlos y Javier, dos catalanes atípicos, o no tanto, que no votarán el 9N. El primero de Caldas de Montbuí trabaja en Getafe, en el Airbus. El segundo, hijo de la inmigración, nació en Palau de Plegamans y disfruta de un ERE temporal. Etapa corta para la costumbre de la última semana, pero muy bonita, pasada por una lluvia fina que no molesta. Miramos atrás continuamente para ver el perfil de un Santiago encapotado bajo mantos de nubes, después volvemos a los senderos de Galicia, alfombrados de hojas húmedas.

     En Negreira, el albergue de la Xunta, alejado del centro del pueblo, tiene camas en vez de literas, otro lujo. Vuelvo a encontrarme con el italiano que tiene los calcetines idénticos a los míos. Toda una historia. Los puse a secar en Astorga y desaparecieron del tendedero. En Foncebadón se los vi puestos. Comencé un interrogatorio indirecto. Según él los había comprado en Decathlón Milán. También él perdió un par en un tendedero de Atapuerca. Me dijo el precio exacto de lo que a mí y a él nos habían costado: 17 euros. Conocemos a gente nueva. José, un leonés con varios caminos a cuestas, que esta vez lo ha comenzado en Alicante, aunque ha tenido que renunciar por falta de señalización, viajando en tren hasta Burgos y reiniciando desde esa ciudad a pie. Cada día compra una garrafa de cinco litros de agua porque sale más barato, que luego reparte entre los caminantes, y un brick de leche para el desayuno. Una alemana de Heildelberg que viaja con un barbudo italiano, muy simpática. Una pareja de Salou que parece que habrá de renunciar porque ella tiene los pies destrozados. Otra pareja de coreanos. Fran, un sevillano que trabaja en Ibiza, que se nos une en la comida y luego en la cena compartida.

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