domingo, 2 de noviembre de 2014

Camino 27



    De Hospital da Cruz a Ribadixo. La guía michelín que está siendo mi vademécum durante el viaje, de poco peso y con informaciones ágiles y necesarias, tiene algunos errores en cuanto a Galicia, el primero asegurar que las rutas son fáciles, sin gran dificultad. Nada menos cierto, continuos altibajos, ondulantes recorridos entre bosques, bajo castaños, y algunas subidas inesperadas que duran más allá de las fuerzas que nos quedan. En cambio los menús de peregrino han mejorado ostensiblemente, en Triacastella, en Casa Carmen en Barbadelo, el pulpo a feria de Ezequiel, en Melide, al que hemos llegado empapados. Pero a mí me ha sentado muy mal. Quizá porque tras la comida -caldo gallego, queso de Arzúa y mucho ribeiro acompañando al pulpo- hemos reiniciado la marcha, magnis itineribus, para hacer los más de once kms que nos quedaban hasta Ribadixo. Me he ido descolgando porque mi estómago estaba revolucionado intentando escapar por la boca sin conseguirlo. Menos mal que he encontrado a una pareja, un argentino y una mallorquina, que me han dado un plátano para asentarlo. Ha funcionado.

  Son curiosas las parejas que voy encontrando por el camino. Primero fueron el padre canadiense de más de setenta años acompañando a su hijo guitarrista rockero, entrado en kilos, barbirrojo y con una colorista cinta alrededor de la frente, que sudó la gota gorda para subir la falda de los Pirineos. Luego he sabido que en Pamplona dieron el salto en tren hasta Sarria para hacer los últimos cien kms. Supongo que habrán conseguido su objetivo de reconciliarse que declararon en el albergue de Saint Jean donde los conocí. De vez en cuando he tropezado con la madre enjuta y su hijo cuarentón, unos vascos bastante silenciosos pero sonrientes, tirando de una mansa perra, con muchas dificultades para encontrar un albergue donde poder dejarla. Solía quedarse a la puerta o en algún patio arropada por una manta. También han hecho a la par el camino un padre inglés y su hijo autista, hasta Foncebadón, luego ya no los he vuelto a ver. La primera cosa que hacen al comenzar la jornada es decir el nombre del día en curso y su posición en la semana. No sabían una palabra de español. De vez en cuando el padre desaparecía y dejaba algunos minutos al hijo sólo para que se las apañase, siempre que no hubiese perros cerca. Otro caso singular y también casi a la par es el del padre coreano y su hijo adolescente. Cada atardecer el padre dedicaba horas al cuidado de sus pies dañados. Respondía a cualquier información con muestras de exagerado agradecimiento. He sabido también de una madre e hija americanas. Allegra, la chica italiana de Cortina d'Ampezzo, ya ha convencido a su madre para hacer el camino juntas. Sin embargo, veo menos parejas convencionales de marido y mujer, sí de novio novia. Sueña bastante mal, en medio de un dormitorio de literas, oír "¿Cómo te encuentras hoy, Cariño?".

    Ribadixo es otra de esas aldeas donde no hay nada. Unas pocas casas de piedra, el albergue y un bar restaurante con poco que ofrecer. También un bello río que lo atraviesa. Me he conformado con una cocacola para arreglar mi estómago. El albergue de la Xunta es bonito pero poco práctico. Los baños y duchas están lejos del dormitorio y hay que llegar a ellos bajo la lluvia. La calefacción apenas funciona y hace frío, sin embargo la alemana que viaja sola desde Friburgo pretendía dejar la ventana abierta. Se ha liado una buena discusión, con intervención de la hospitalera. Xavi, Cristian y yo hemos hablado de novelas y escritura. Parece que todo el mundo quiere escribir un libro. Luego me entero que Carlos tiene escritas once novelas. Daniel. en la cama, como acostumbra, nos ha sometido a un concierto de bajos rotundos.

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