miércoles, 29 de octubre de 2014

Camino 23


       De Camponaraya a Ambasmestas. Se ha instalado una especie de competición deportiva entre los cuatro miembros actuales del grupo, Xavi, Cristian, Carlos y yo, de modo que terminamos con jornadas de casi 40 kms, una barbaridad. Hacemos los últimos kms derrotados. Temo el día después de Santiago cuando no queden kms por hacer. La primera parte de hoy ha discurrido por la maravilla otoñal del Bierzo: los viñedos derramando el colorido por las laderas, los frutales maduros, manzanos, perales, membrillos, castaños en el fondo de los valles. La gente con cestos hace la colecta de castañas. Me recuerda las laderas del Sil, en la Ribeira Sacra, cuando las visité con mi malograda amiga Carmen hace ahora justo dos años. Vilafranca nos recibe húmeda y fría con un café caliente y una riquísima empanada. Antes habíamos pasado por el Apóstol de Cacabelos, pero era demasiado temprano para probar su pulpo a feria. El paisaje del Bierzo que termina nos encanta, pero el discurrir  de kms y kms por la senda de cemento, junto a la carretera, termina por endurecer los músculos, calentar las plantas de los pies, fustigar las articulaciones, maltratar tendones y huesos. Así hasta esta Ambasmestas, una aldeuela lamida por un río, en el fondo de un pequeño valle. El dormitorio del albergue está en un sótano en el que se escucha el discurrir de la corriente del río. Temo la noche, la humedad. Menos mal que en el único restaurante la comida del menú es buena. Piernas de palo. Largas horas en la tarde aburrida. Sacos y sacos de castañas apilados.


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