domingo, 19 de octubre de 2014

Camino 13


       Hontanas - Boadilla. Esribo en un ordenador cutre, cutre, con las etras borrdas, que tengo que adivinar.Quiero escribir de los ranas del camino, gente sin un céntimo, según ellos, que van tiando de aquí y de alla. Por ejemplo, Daniel, un fracés británico o al revés, que se dice cocinero y que afirmandose como tal pide 3 o 4 eurilos  a gente para hacer la cena. Ayer juntó a trece personas paa compar el material para cocinar. La cena por supuesto no vale tanto, hace la cena y con el sobrante sobrevive. Yo, despistado, llegué tarde y me quedé sin cena. Por lo menos Daniel es gracioso, con un inglés lleno de tacos y un chiste en cad frase. Hay otro francés, yonqui o ex yonqui que se arrima a la gente que está cocinando y pide un porquito de aquí y otro poco de allá.El hombre va arrastrándose por los caminos, renqueante, parando cada dos por tres. Está el sicliano del que ya escribí, que camina con un cachorro que oculta a los hospitaleros y que para promover la empatía de la gente va enseñando una denuncia de los mossos que desmostraría el asalto de que fue objeto en Barcelona. Hoy mientras caminaba bajo este sol de nevo veraniego me he encontrado con un portugués muy barbado, con capa, cruz enorme y bordón que afirma tener 10.000 kms bajo sus pies, yendo una y otra vez a Santiago y a Roma y otra vez a Santiago. Dice dormir al pairo, no tener un duro y hacer vida de lo que la gente le da. En fin, se ha ganado dos eurillos. Los caminos del camino están llenos de la gente más peculiar. Posadolescentes americnas que dicen querer vivir en pequeños pueblos castellanos para conemplar las estrellas, jóvenes ingleses posgraduados en etapa de transición, jubilados franeses que caminan sin una precisa razón, americanos con año sabático. Un mundo en fase de expansión.

     La tarde mediada, junto a un café, mientras esculpía su bordón de avellano, Daniel, melancólico y sentimental, me ha contado sus andanzas santiagueras, 3.500 km, asegura. Me jura haber llorado en Santiago y en Finisterre, eso sí no tiene un euro, espera el giro en la Western Union y todo eso. En fin, le he invitado a cenar.

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