viernes, 17 de octubre de 2014

Camino 11


        Vilafranca - Burgos. En el camino mejor no hacer planes. Estaba deseando llegar a Burgos para ver a mi madre, pachuchilla como está, pero también para comprarme una tablet pequeña y manejable e ir poniendo comentarios diarios de lo que voy viendo en el camino, pero no ha sido posible. He ido a fichar mi credencial en el albergue municipal y allí me he encontrado con Xavi y con dos ingleses que van acampando allí donde les da el aire. Dos atípicos ingleses que lo que quieren es hablar en español. Nos hemos ido de tapas. Así que tendré que seguir conformándome con escribir cuando encuentre un ordenador en el albergue y durante escasos 20 minutos.

         Hoy pensaba poner un comentario largo sobre el primer tercio de la experiencia del camino pero tampoco va a ser posible. La hora límite del peregrino son las 10. Un par de apuntes. El camino es una experiencia que se la recomendaría a cualquiera. Por muchos motivos: para hacer limpieza interior, para relajarse, para hablar con la gente, para contemplar el paisaje, para darse cuenta de hasta donde se puede llegar, para salir de la rutina cotidiana, para constatar que lo poco es superior a lo mucho, para ver lo mucho que hemos perdido en el tránsito hacia lo moderno. En fin, desarrollar todas estas ideas me exigiría demasiado tiempo. Sólo hace falta ver la cara de la gente que camina. A veces hay dolor físico pero la gente continúa y cuando alguien lo tiene que dejar lo hace con gran pena. Faltan palabras como espiritualidad y religión en este balance. No sé cómo la gente lo vive. No hay exhibición de esas cosas. Se vive con discreción, si es que alguien lo vive. El camino es fundamentalmente un corriente humana. Sorprende, por ejemplo, esos individuos que no se conforman con ir y vuelven. Gente que llega a Santiago y vuelve a su punto de origen caminando otra vez. Solitarios, sonrientes.

No hay comentarios: