
Un
quinceañero y su hermana muda, y opaca, viven en una casucha, en un barrio mísero,
en una ciudad sin nombre, clavados al terror de un padre borracho y
pendenciero. Un poco más allá, en una casa algo más amplia, pero igualmente
oscura, vive Joe, un Nicolas Cage más enfurruñado que nunca, un ex-presidiario
que hace de la contención su valor supremo. Joe contrata a un grupo de negros
para sulfatar con veneno los árboles de un bosque nada útil para las madereras.
Al grupo se añade el muchacho que intenta desenclavarse de su padre. Joe le
coge cariño, una forma de demostrar a una chica que viene a vivir con él que
sigue siendo un hombre. Y sí, se pone a ello, demostrará que es un hombre pero
a costa de su vida. Las sombras que se han cernido sobre la pantalla y la sala
se teñirán de negro y rojo en la parte final de la película donde la larga
enemistad entre los malos y Joe se convertirá en fuego. Para Joe ya no será posible la contención. Una película sombría, no sé si algo más. Cuesta digerirla.
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