lunes, 29 de septiembre de 2014

Desvío a Santiago, de Cees Nooteboom


            El recorrido por España de Cees Nooteboom es un recorrido por la historia y el arte: referencias, citas, imágenes, desvíos de la realidad hacia la imaginación, la iconografía y la reseña cultista. Nooteboom se exhibe, exhibe lo que sabe, lo que ha aprendido en sus viajes y en sus lecturas, el fondo de armario que atesora. ¿De qué sirve, de qué le sirve al lector, a mí como lector tan apasionado como él por esa compleja realidad llamada España, con tan acuciantes problemas? ¿Treinta años después –hay una reedición reciente-, de los viajes que reseña, ofrece alguna luz en la presente oscuridad? Me temo que de bien poco sirva la lectura si se buscan ideas nuevas, puntos de vista no contamidados. Un ejemplo. Dedica un capítulo al tema de ETA, con la excusa de una foto que sale en el periódico del día (1987): los etarras y su claque entierran a uno de sus muertos, Rafael Etxebeste, muerto al estallarle una bomba que iba a poner en algún lugar para hacer mucho daño. ¿Qué debe, qué debía haber hecho, el Estado? ¿Debe prohibir, como Creonte en Antígona, el entierro público, envuelto en la parda liturgia propia de los etarras, una provocación al propio Estado, a las víctimas y familiares de los asesinados, o debe darse por no enterado? Nooteboom saca su arsenal cultista y va comentando a los distintos analistas de la obra de Sófocles, desde Hegel a Brecht, pasando por Goethe, Maurras o Anouilh, la ley del Estado contra la ley natural o de la familia. No llega a ninguna conclusión. Dice que Felipe González debe hacer algo pero no le dice el qué. Visto con perspectiva, la política no hizo mucho caso de los dilemas planteados por los filósofos y los hombres de letras e hizo bien. González y los sucesivos presidentes dieron cuerda al mundo etarra para que se estrangulara en su propia liturgia, algo parecido a lo que ahora está haciendo Rajoy con los independentistas catalanes. También le piden periodistas e intelectuales que haga algo aún no el qué. Él sólo va soltando cuerda.

            Nooteboom busca la abstracción de España, ese algo que le diferenciaría. Capiteles, frisos, tímpanos románicos. La historia de los hombres, el pasado que se mantiene, o mantenía en los ochenta, intacto en muchos lugares, el arado, el mayal, el cascabillo, las mujeres de negro, un pueblo partido por la mitad por un sendero. El románico le entusiasma, pero el paso de los hombres no le complace: las guerras, la conquista de América y el maltrato de los indios, aunque a veces busque en la aridez y la pobreza el encanto de lo antiguo inmodificado. Su recorrido, a lo largo de los ochenta y principios de los noventa, realizado en diversas etapas y meses, el arduo verano, el frío invierno, le ha de llevar a Santiago, capital de España, según Nooteboom, pero antes se desvía por los lugares del arte y de la historia, sin hablar mucho con la gente, para descubrir, o quizá confirmar lo que ya trae en la mochila, en qué consiste el misterio de España, tan diferente de su país de origen, Holanda, o de Europa. Guadalupe, el Rocío, Córdoba, Valencia, Santes Creus, Sangüesa, San Juan de la Peña, Burgos, Astorga y muchos más. Pero lo que encuentra o lo que le devuelve la mirada nostálgica de viajes anteriores no lo acaba de concretar. Se extasía ante el románico, maldice, en general el gótico o el barroco, ama las figuras de piedra, describe con un punto de extrañeza a las mujeres de negro que le expían tras las ventanas, los carros, las mulas, el mundo extático de los pueblos del interior, pero apenas habla con la gente. El alma de España, como los escritores del 98, la busca en el paisaje de la meseta, en las iglesias o ermitas perdidas, excavadas en la roca, en la soledad y el silencio, como si los hombres y las mujeres con los que de vez en cuando se topa fueran seres extraños, forasteros en su propia tierra.


            El camino inmortal de Jean-Christophe Rufin tiene lo que a Cees Nooteboom le falta, humanidad. El primero viaja por el Camino de Santiago para hacerse con el silencio y luego poder escucharse, mira alrededor, a los otros peregrinos intentando comprender. Cees Nooteboom observa el paisaje, el territorio, los monumentos, la historia, pero es un paisaje vacío. No hay gente en Desvío a Santiago.


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