
Nooteboom
busca la abstracción de España, ese algo que le diferenciaría. Capiteles,
frisos, tímpanos románicos. La historia de los hombres, el pasado que se
mantiene, o mantenía en los ochenta, intacto en muchos lugares, el arado, el
mayal, el cascabillo, las mujeres de negro, un pueblo partido por la mitad por
un sendero. El románico le entusiasma, pero el paso de los hombres no le
complace: las guerras, la conquista de América y el maltrato de los indios,
aunque a veces busque en la aridez y la pobreza el encanto de lo antiguo
inmodificado. Su recorrido, a lo largo de los ochenta y principios de los
noventa, realizado en diversas etapas y meses, el arduo verano, el frío
invierno, le ha de llevar a Santiago, capital de España, según Nooteboom, pero
antes se desvía por los lugares del arte y de la historia, sin hablar mucho con
la gente, para descubrir, o quizá confirmar lo que ya trae en la mochila, en qué
consiste el misterio de España, tan diferente de su país de origen, Holanda, o
de Europa. Guadalupe, el Rocío, Córdoba, Valencia, Santes Creus, Sangüesa, San
Juan de la Peña ,
Burgos, Astorga y muchos más. Pero lo que encuentra o lo que le devuelve la
mirada nostálgica de viajes anteriores no lo acaba de concretar. Se extasía
ante el románico, maldice, en general el gótico o el barroco, ama las figuras
de piedra, describe con un punto de extrañeza a las mujeres de negro que le
expían tras las ventanas, los carros, las mulas, el mundo extático de los
pueblos del interior, pero apenas habla con la gente. El alma de España, como los
escritores del 98, la busca en el paisaje de la meseta, en las iglesias o
ermitas perdidas, excavadas en la roca, en la soledad y el silencio, como si
los hombres y las mujeres con los que de vez en cuando se topa fueran seres
extraños, forasteros en su propia tierra.
El
camino inmortal de Jean-Christophe Rufin tiene lo que a Cees Nooteboom le
falta, humanidad. El primero viaja por el Camino de Santiago para hacerse con el silencio y luego poder
escucharse, mira alrededor, a los otros peregrinos intentando comprender. Cees
Nooteboom observa el paisaje, el territorio, los monumentos, la historia, pero
es un paisaje vacío. No hay gente en Desvío a Santiago.
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