Cristina
Lucas utiliza tres salas del Patio Herreriano (antes en Matadero, Madrid) para hacer reflexionar sobre el
capital. En una, en un par de fotografías a gran tamaño, muestra el depósito de
oro en el sótano del Banco de España. En otra, vídeo mediante, hace que alguien
nos hable de las vicisitudes del manuscrito de Marx y Engels de El Capital
y su actual valor de mercado. La sala continúa con fotografías donde una
familia oriental se amontona a lomos de un caballo, en el sofá de una casa o en un deportivo, para
dar cuenta de la escasez de recursos del planeta para satisfacer las
necesidades de una población consumista. Más allá de la voluntad metonímica, son salas que para
mí carecen de interés.
Es en la
tercera sala donde merece la pena sentarse a reflexionar. Es una alargada sala
rectangular en cuyas paredes se proyectan nueve vídeos con entrevistas e
imágenes de logotipos, emblemas y anuncios corporativos, dedicado cada uno a
una gran cuestión: el ciudadano consumidor, la muerte, el dolor, la verdad, el
espacio y el tiempo, el arte, la justicia, el miedo y la belleza. Los
entrevistados son profesionales de la cosa, presidentes y directivos, algunos
currantes, que se han organizado para obtener beneficios de las preocupaciones
y necesidades del hombre contemporáneo. Por ejemplo, de la muerte hablan
profesionales de funerarias, astrólogas, embriólogos o representantes de una empresa
dedicada a convertir en diamante las cenizas de un ser querido. De la verdad
hablan notarios, forenses y polígrafos. Del tiempo relojeros, del espacio
inmobiliarios y arquitectos. Del arte galeristas y subastadores. De justicia
abogados y magistrados. De la belleza maquilladores, agentes de modelos,
cirujanos plásticos. Del miedo psicólogos clínicos, aseguradoras y analistas de
marketing.
Las
respuestas se mueven entre divertidas contradicciones y balbuceos. Como son
conscientes de su torpeza expresiva, de su lenguaje inarticulado cuando hay que
reflexionar, algunos vuelven pronto a la seguridad profesional, a la
redundancia, y aprovechan la filmación para hacerse propaganda. Es evidente que
esta gente no ha reflexionado sobre el tema que han decidido convertir en su
fuente de ingresos o lo ha hecho de manera instrumental. Casi todos son
relativistas, imprecisos, contradictorios y apelan a lo subjetivo, aunque son
conscientes de que detrás de cada uno de esos grandes conceptos hay un nicho
de mercado. Gente angustiada, depresiva, necesitada a quien ofrecer sus
servicios y productos pero no con la intención de rellenar el hueco que hay en
ellos sino de disimularlo y convertirlo en un problema crónico. A Cristina
Lucas le ha faltado un tema y un vídeo más, el dedicado a la Ética con
entrevistas a deontólogos profesionales.
Unas salas
más allá, en otra exposición, se muestra qué entiende esta gente, los
profesionales, cuando pasan del negocio a la inversión artística, de la profesión al tiempo libre, si hubiese
alguna diferencia, qué entienden al respecto de uno de esos grandes conceptos, ARTE, cuando se dejan llevar por la emoción y el sentimiento:
un batiburrillo de cosas, mera acumulación. Obras de la colección Iberdrola.
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