domingo, 28 de septiembre de 2014

Es capital, de Cristina Lucas


            Cristina Lucas utiliza tres salas del Patio Herreriano (antes en Matadero, Madrid) para hacer reflexionar sobre el capital. En una, en un par de fotografías a gran tamaño, muestra el depósito de oro en el sótano del Banco de España. En otra, vídeo mediante, hace que alguien nos hable de las vicisitudes del manuscrito de Marx y Engels de El Capital y su actual valor de mercado. La sala continúa con fotografías donde una familia oriental se amontona a lomos de un caballo, en el sofá de una casa o en un deportivo, para dar cuenta de la escasez de recursos del planeta para satisfacer las necesidades de una población consumista. Más allá de la voluntad metonímica, son salas que para mí carecen de interés.

            Es en la tercera sala donde merece la pena sentarse a reflexionar. Es una alargada sala rectangular en cuyas paredes se proyectan nueve vídeos con entrevistas e imágenes de logotipos, emblemas y anuncios corporativos, dedicado cada uno a una gran cuestión: el ciudadano consumidor, la muerte, el dolor, la verdad, el espacio y el tiempo, el arte, la justicia, el miedo y la belleza. Los entrevistados son profesionales de la cosa, presidentes y directivos, algunos currantes, que se han organizado para obtener beneficios de las preocupaciones y necesidades del hombre contemporáneo. Por ejemplo, de la muerte hablan profesionales de funerarias, astrólogas, embriólogos o representantes de una empresa dedicada a convertir en diamante las cenizas de un ser querido. De la verdad hablan notarios, forenses y polígrafos. Del tiempo relojeros, del espacio inmobiliarios y arquitectos. Del arte galeristas y subastadores. De justicia abogados y magistrados. De la belleza maquilladores, agentes de modelos, cirujanos plásticos. Del miedo psicólogos clínicos, aseguradoras y analistas de marketing.

            Las respuestas se mueven entre divertidas contradicciones y balbuceos. Como son conscientes de su torpeza expresiva, de su lenguaje inarticulado cuando hay que reflexionar, algunos vuelven pronto a la seguridad profesional, a la redundancia, y aprovechan la filmación para hacerse propaganda. Es evidente que esta gente no ha reflexionado sobre el tema que han decidido convertir en su fuente de ingresos o lo ha hecho de manera instrumental. Casi todos son relativistas, imprecisos, contradictorios y apelan a lo subjetivo, aunque son conscientes de que detrás de cada uno de esos grandes conceptos hay un nicho de mercado. Gente angustiada, depresiva, necesitada a quien ofrecer sus servicios y productos pero no con la intención de rellenar el hueco que hay en ellos sino de disimularlo y convertirlo en un problema crónico. A Cristina Lucas le ha faltado un tema y un vídeo más, el dedicado a la Ética con entrevistas a deontólogos profesionales.


            Unas salas más allá, en otra exposición, se muestra qué entiende esta gente, los profesionales, cuando pasan del negocio a la inversión artística, de la profesión al tiempo libre, si hubiese alguna diferencia, qué entienden al respecto de uno de esos grandes conceptos, ARTE, cuando se dejan llevar por la emoción y el sentimiento: un batiburrillo de cosas, mera acumulación. Obras de la colección Iberdrola.


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