sábado, 27 de septiembre de 2014

La música como desatascador


      Mi año suele comenzar en los primeros días de septiembre. Pero me cuesta avivar el cerebro. El verano, las vacaciones, me adormece. El mejor desatascador que conozco es la música. Una pieza compleja puede anudar o activar las conexiones neuronales. Brahms, su primer concierto para piano. Desconocía al pianista Paul Lewis. Su digitación es cristalina, no se recrea en los momentos románticos. Lástima que la orquesta no haya acompañado, salvo en los momentos en que intervenía la trompa, el sonido era opaco, a veces apagando al pianista, aún así la obra de Brahms tiene la fuerza suficiente como para empezar a despertarme. Me hubiera gustado escuchar a Lewis a solas, pero la propina ha sido brevísima, unos pocos segundos, una broma. ¿Qué decir de la obra de Holst que completaba el programa? Música visual más que sonora, buscando a los instrumentistas que se iban pasando el testigo, de timbre en timbre, melódica, británica, aquellos músicos británicos de comienzos del XX con tantas ganas de agradar, de ser complacientes con el público. Aburrida, muy aburrida. Si en Brams había introspección, en Holst puro chisporroteo, con un poquito de Ravel, otro poco de Mussorsgki, algo de Grieg y Dvorak para acabar en Debussy. Supongo que es lo que buscaba el programador para comenzar la temporada.

No hay comentarios: