jueves, 18 de septiembre de 2014

Boyhood


            La idea es excitante, ver en unos cuantos minutos, en unas pocas horas, el recorrido de una o varias vidas a lo largo de una, dos o tres décadas. Muchos, en otros formatos, con otras medidas, han tenido esa idea y la han intentado plasmar en novelas, diarios, memorias, ensayos, fotografías. Pero qué mejor que el cine, con sus técnicas, encuadres, montaje, sonidos, conversaciones, para atrapar el paso del tiempo y si es posible la continuidad y la permanencia. Quisiéramos poder hacerlo con nosotros mismos, con nuestra familia. ¿Cuántas grabaciones hemos ido acumulando? Un universo de fotografías y filmaciones. No les hemos aplicado la elipsis, el orden, el sentido, si es que una vida tiene sentido. Richard Linklater lo hace por nosotros, en Boyhood, pero con personajes de ficción. Eso es lo que no me acaba de convencer de su película. Para el aleatorio discurrir de la vida y durante 39 días a lo largo de 12 años (2002 – 2013) filma a sus personajes, les dota de historia y dirección, les hace interpretar alegrías y dolores, angustias y festividades, amores y rupturas. Tenemos un montón de personajes, los que permanecen, los que vienen y se van, los que aparecen en el último suspiro, en los que se barruntan episodios por venir, vemos cómo crecen o envejecen, cómo les cambia la voz, cómo engordan o adelgazan, cómo cambian de coche y de peinado, pero son personajes de ficción. Yo hubiese preferido la cruda realidad, la vida real de esos personajes, padres reales, parejas reales, amores y rupturas reales. Ya sé que nosotros lo podemos hacer. Seguramente alguien ahora mismo lo está haciendo y pronto lo dará a conocer. No tiene por qué ser de peor calidad y seguro que será de mucho más interés que las historias contadas en Boyhood. Por cierto, Linklater ya ha hecho algo parecido en su trilogía, Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer, también con Ethan Hawke en el papel protagonista.



            Porque, aparte del llamativo efecto de ver a los actores envejecer en pantalla, a los niños más que a los adultos, qué nos cuenta Linklater en esta peli: una historia más de la familia americana. De eso va la peli, la familia media americana, que a fuerza de verla tantas veces en pantalla la conocemos mejor que a nuestra propia familia. Cuando comienza la peli, los padres ya están separados. La madre se encarga de elevar a los hijos, el padre vaga más libremente. Ella se va enrollando con hombres que no le convienen, bebedores violentos, desubicados, inmaduros, mientras pacientemente intenta construirse una vida que le permita pagar las facturas. El padre, un músico sin carrera, no parece tener otro don que la posesión de un deportivo que su hijo le hubiese gustado heredar. Los dos chicos, él y ella, van al colegio, crecen, tienen amigos, juegan, espían las discusiones de padres y amantes, la secundaria, los primeros amores, las mudanzas de una casa a otra, de una ciudad a otra. Más unos cuantos elementos de contexto: la música pop, el lanzamiento de Harry Potter, el ordenador, el teléfono inteligente. No digo que la película no me guste, sólo que hubiese preferido que la ficción no hubiese usurpado el lugar de la realidad.

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