lunes, 4 de agosto de 2014

Por tierras exyugoslavas

Rosa de Sarajevo
             ¿Qué distingue a un palestino de la franja de Gaza de un israelí de Ashqelon o Ashdod? Comparten el clima mediterráneo, una tierra idéntica, una comida parecida, y si son religiosos, prohibiciones parecidas sobre la carne de animales con pezuña y el modo de preparar los alimentos, los alimentos halal o la comida kosher. Físicamente se parecen si no son idénticos y las preocupaciones diarias son las de cualquier hombre sobre la tierra, salvo en el modo de solventarlas pues Israel es un país rico y Gaza un albañal por el que desagua la gran inmundicia de lo único que les separa, el software que en la cabeza de cada uno señala al otro como enemigo.


            La primera pregunta que me asalta al traspasar las fronteras entre Croacia, Bosnia y Eslovenia es por qué no pudieron permanecer juntos si salta a la vista que es un engorro mostrar pasaportes, cambiar moneda y todo lo que para un turista no es visible, el traslado de mercancías, el deterioro de lo que antes era común, la defensa de intereses parecidos. Es penoso ver cómo se humillan en la frontera. ¿Por qué ese paso atrás en la historia, esa vuelta al periodo previo a la modernización? Eso es evidente en Bosnia y supongo que también en Macedonia, Kosovo o Montenegro. No sé en Serbia. A Croacia le ha salvado la turística costa dálmata y a Eslovenia su cercanía al mundo austroalemán. Es irónico el círculo recorrido por Eslovenia en un siglo, desde la lucha por la independencia del imperio austrohúngaro a la vuelta a una Europa dominada por Alemania. ¿Cuándo tendrá Bosnia la oportunidad de incorporarse a las ventajas de pertenecer a Europa, el país que más lo necesita? ¿Acaso hay diferencias entre esas gentes separadas ahora por fronteras, si hasta el idioma que utilizan es el mismo aunque lo llamen o lo escriban de forma diferente? Véase el aviso en cajetillas, en tres lenguas, de la peligrosidad de fumar.

            Recuerdo ahora a la gente que he ido conociendo, Moisha, Ana, Mónica, Fortunato, Martina, ahora en países separados por fronteras. Qué les diferencia sino lo que en cualquier otro sitio, la personalidad, tímidos y afables, extrovertidos e inquietos, angustiados y sonrientes. Todos, cada uno de ellos, recuerdan de dónde procedían las bombas, quiénes las disparaban, dónde impactaron, quiénes murieron. En Duvrobnik quedan a la vista los agujeros en las paredes, en Sarajevo denominan Rosa de Sarajevo a la mancha roja que señala cada impacto, en los parques hay monolitos blancos que señalan las fosas comunes donde se enterraba a los muertos. Han pasado veinte, veinticinco años, algunos eran jóvenes, otros combatieron, la vida no cesó entonces, ahora continúa. Tienen claro quiénes eran sus enemigos, tardarán en olvidar.



Durante mucho tiempo se enseñó en las escuelas que Danilo Princip, el terrorista que acabó con la vida del archiduque Francisco Fernando, fue un héroe, ahora se le ve de forma más neutra, pero tiene su museo. El recuerdo de Tito perdura como el de una buena época, una época que no denominan comunista sino socialista autogestionaria. Algunos recuerdan en Pula, en Ryjeka, en Istria, que aquí hubo italianos, que fueron expulsados o que tras la guerra mundial se les cambió los nombres de pila o se les escolarizó en un idioma que no era el suyo, forzándoles sin remedio. Tras la reciente guerra otra vez se expulsó y se separó en comunidades. Ahora, se afanan en estudiar, en tener un trabajo, en emigrar si pueden. Temen el cambio al euro, la subida del coste de la vida. No preguntan mucho, agradecen que se les diga que su país es bonito. 


Hay lugares hermosos, toda la costa Dálmata, el palacio de Diocleciano en Split, el anfiteatro de Vespasiano en Pula, el parque de los lagos y cascadas en Plitvice, las cuevas y galerías kársticas en Postojna, el paisaje alpino de Bled, el fin del ramadán en Sarajevo, el puente de Mostar. La cerveza es buena y barata, salvo en Duvrobnik, el pescado no es muy variado aunque lo cocinan bien. El ćevapčići es un plato a la parrilla de tiras de carne picada, barato, que come todo el mundo. El café bueno es difícil de conseguir y los dulces o pasteles son buenos si a uno le gusta lo dulzarrón. Los helados magníficos. El clima parecido al de la costa mediterránea española, aunque las aguas sean las del Adriático. Las noches del verano están muy animadas, en especial en Split, la ciudad construida sobre un palacio romano, y hay festivales de cine y teatro en todas las ciudades. Queda el software de la diferencia y el odio en las cabezas, pero quizá está llegando el tiempo en que será sustituido por otro más benigno. Festina lente, como proclama el nuevo puente de Sarajevo, frente al museo de arte contemporáneo.


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