viernes, 1 de agosto de 2014

Ljubliana


           Lo primero que sorprende y molesta es pasar la frontera. Países que antes formaron parte de un mismo Estado ahora, 20 años después, tienen fronteras entre ellos, incluso perteneciendo a la Unión Europea como Croacia y Eslovenia. Y aun daña más la vista y enturbia el alma ver el trato que se da a algunos de ellos, por ejemplo a un autocar macedonio, al que le hacen salir del carril, descargar a la gente fuera como si fuese ganado, hacerles esperar cosa que no hacen con el resto de coches y autocares.


            Ljubliana es una pequeña ciudad provinciana, en cuyo trazado se ven las huellas del imperio austriaco, en las costumbres, en el modo de recibir al turismo, en especial al de origen alemán, también en la piel cultural con la que se visten. Ahora, de golpe, se ve como capital de un Estado. Tiene museos, palacios, instituciones, todo pequeño pero con el empaque que debe tener cualquier capital, pero no deja de ser una ciudad de 200.000 habitantes.


Los eslovenos, orgullosos nacionalistas, dejaron de pertenecer al viejo imperio austriaco pero ahora han vuelto, con su pequeñez a cuestas. Dos millones de habitantes. Qué pueden decirle a Alemania, a Bruselas. ¿Qué ganaron deshaciendo Yugoslavia? En fin, espero que por su bien desaparezcan como tales eslovenos y sean como todos los otros pueblos europeos sin más, sin fronteras, sin diferencias, en una Europa de hombres iguales y libres.

No hay comentarios: