miércoles, 23 de julio de 2014

Mostar


            Al llegar a Mostar, desde el lado derecho del Neretva, un enorme campanario exento, hormigonado y nuevo, sale mi encuentro. Pertenece a un moderno edificio del provincial de los franciscanos de Bosnia. En otro tiempo esta congregación hizo de la pobreza su seña de identidad. En la alta colina de al lado otra cruz enorme señorea la zona. Luego sabré que en la ciudad hay 17 mezquitas, pero los franciscanos la tienen más larga. La excusa es que el monasterio de los frailes menores fue destruido durante la guerra.


            Mostar es el puente, el puente viejo o Stari Most. Es una ciudad grande, con 130.000 habitantes, algo caótica, con una parte nueva y otra destartalada, porque hay muchos edificios a medio destruir y porque la urbanización no ha seguido un orden, pero lo que cuenta, su atractivo, está en el puente y alrededores. De hecho el nombre de la ciudad viene, como digo, de la palabra most, puente. Tiene un solo ojo bajo el arco con joroba, de 30 por 24 metros, ancho y alto, y fue construido por un ayudante del gran arquitecto estambulita Mimar Sinan, Mimar Hajrudin. Pasar por encima de las empinadas losas desgastadas, sobre todo si ha llovido algo, es un gran riesgo. Se hizo famoso en 1993 cuando las tropas croatas lo destruyeron. Los soldados españoles de la ONU hicieron uno provisional de madera y hoy hace justamente 10 años se reconstruyó con dinero de varios países. 


         Las autoridades posan para los fotógrafos en el preciso instante en que ascendemos por la rampa del puente. La mejor vista se tiene desde lo alto del minarete de la mezquita Koski Mehmed Paša, junto al río. A pesar del puente, Armana, la bella guía de grandes ojos, dice que el mejor momento de Mostar no fueron los varios siglos bajo los turcos, sino los breves años de la dominación austrohúngara. Incluso la época de Tito se recuerda con nostalgia.


            Mostar fue destruida en la guerra, de 1992 a 1995, en un 80%. Hay muchos edificios testigos de aquella cruenta guerra entre nacionalismos a la espera de su reconstrucción.


            El puente y los breves alrededores fueron declarados patrimonio de la humanidad, aunque la restauración no se hiciera con la piedra original de 1557. Igualmente es patrimonio universal el otro puente famoso de Bosnia, también construido por los turcos, el que une las dos partes de una ciudad, como aquí, la ciudad de Visegrad, sobre el río Drina, que Ivo Andric inmortalizó en su famosa novela.

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