jueves, 17 de julio de 2014

Libres e iguales




            El hallazgo más importante del manifiesto que un grupo de intelectuales de distintas tendencias acaba de lanzar pidiendo firmeza al Estado frente a quienes quieren atentar contra el régimen jurídico que hace posible la democracia es el propio título, “Libres e iguales”. La historia de Occidente desde la Ilustración ha caminado en esa dirección, libertad e igualdad, ha salvado momentos críticos, guerras, horribles dictaduras, revoluciones, pero como una flecha con contracturas ha podido llegar hasta hoy ampliando el espacio de la libertad y reduciendo el de la desigualdad. ¿Es posible volver hacia atrás? En España, hoy no es el momento más difícil, pero es un momento difícil que hay que sortear. Al mismo tiempo que se publicaba ese manifiesto, otro grupo de intelectuales cercanos a la izquierda han lanzado otro, uniéndose a la presión de empresarios catalanes, que instan al gobierno para que ceda en tres terrenos: que se reconozca a Cataluña como nación, que se bloqueen las competencias en cultura y lengua de modo que sólo los nacionalistas tengan potestad sobre ellas y que se conceda a Cataluña un pacto fiscal al modo navarro con Agencia Tributaria propia. Si se concediesen esas tres cosas al día siguiente seríamos menos libres y menos iguales. En primer lugar los ciudadanos catalanes que no son nacionalistas, y que sin embargo son mayoría, que verían anulada su capacidad de defender sus intereses.

             En realidad, visto en perspectiva todo el proceso, como les gusta llamar a este enorme movimiento de presión, se diría ha estado diseñado para conseguir unos privilegios que de otro modo no podrían conseguir: empresarios, periodistas y políticos catalanes ofrecen ahora esa tercera vía para remansar las aguas del independentismo a cambio de obtener como grupo de poder todas las ventajas de la independencia y ninguno de sus inconvenientes. ¿Va aceptar el Estado ese chantaje? Si lo hace habremos perdido todos y España, es decir, sus ciudadanos, habrá dado un enorme paso atrás, por primera vez desde 1978. Seremos menos libres y seremos menos iguales. A una parte de la izquierda no le importa demasiado la libertad, porque históricamente ha defendido que lo único importante es la igualdad, por eso resulta incomprensible que en los últimos tiempos vean en el nacionalismo un aliado, renunciando con ello a su bandera, la igualdad.

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